De las Tribus a los Sistemas Complejos. ¿Qué Hay de Nuevo en la Ciudad?

CONFERENCIA EN LA CÁTEDRA ABIERTA DEL CONSEJO CONSULTIVO DE LA CIUDAD DE  BARQUISIMETO. CELEBRACIÓN  DEL DÍA MUNDIAL DE LAS CIUDADES

BARQUISIMETO, 31 DE OCTUBRE DE 2018

INTRODUCCIÓN

En el 2.030 habrá una megalópolis de 52 millones de habitantes, mayor que la población de Colombia. En el 2.050 otra de 130 millones, igual a todo México hoy. La primera se ubica en el Delta del Río Perla y será 26 veces el Gran Londres, y la segunda  alrededor de Beijing y se llamará Jing-Jin-Ji, con 212.000 kms2

El planeta se está plagando de fenómenos semejantes que configuran un reto a la creatividad humana. Pronto, las ¾ partes de la población vivirá en espacios urbanos. Y el otro 1/4 dependerá de la anterior.

¿Cómo llegó el homo sapiens a este nivel de complejidad? ¿Cuáles son sus retos? Las dos interrogantes son el centro de esta conversación. Será una reflexión que busca comprender la ciudad como sistema complejo dinámico a partir de la historia.

  1. SOMOS CAZADORES-RECOLECTORES CON LENGUAJE COMPLEJO

Hace 2,5 millones de años apareció el género Homo. Y apenas hace 200.000 años los Homo Sapiens. Éramos una especie de quinta, azotados por bestias y otros Homos. Un día, hace 70.000 años, desarrollamos una ventaja: iniciamos la gimnasia del lenguaje complejo, pudimos construir discursos, dimos órdenes que todos entendían y armamos bandas disciplinadas para la conquista del entorno. Luego dominamos las semillas, domesticamos otros animales y apareció la agricultura. Seguimos innovando y surgieron pequeñas villas y después ciudades e Imperios, hasta que inventamos naciones que hoy son casi 200. Todo esto en apenas 70.000 años. Si creen que es mucho, recuerden que el Big-Bang sucedió hace 13.500 millones de años, la Tierra se formó hace 4.500 y los organismos aparecieron hace 3.500 millones. Llegar hasta hoy es casi un milagro.

El lenguaje complejo es el hilo creador de realidades. Por razones evolutivas que todavía se desconocen, el Sapiens experimentó lo que Yuval Harari (1), ha designado como la Revolución Cognitiva. Nuestra especie desarrolló un lenguaje extremadamente flexible, superior al de otros animales. Esta transformación  nos permitió una combinación infinita de frases y significados que generó nuevas maneras de pensar y comunicarnos. Fue una mutación genética aleatoria. Ello significa que es contingente: es decir, pudo suceder como pudo NO suceder. Nadie lo decretó. Del sistema animal predominante, emergió un nuevo orden sistémico basado en relaciones abstractas mediante símbolos y códigos que facilitarían, en adelante, la organización de la especie que dominaría el planeta. Ese nuevo orden pertenece a los sistemas complejos dinámicos.

Durante decenas de miles de años, la gimnasia del lenguaje se desarrolló “cara a cara”, un patrón en el cual cada miembro del grupo conocía a los demás, sus rostros y sus intimidades. Pero el “cara a cara” poseía una limitación: su práctica funcionaba con menos de 150 individuos. Por encima, se pierde la capacidad para mantener orden y cohesión. Superar ese umbral no es tarea fácil. Revisen sus agendas y verán que sus íntimos rondan esa cifra, a pesar de que cuenten con 3.000 nombres. Es una conformación natural que determina nuestro primer carácter de sociabilidad: siempre andamos tras los que conocemos, porque allí es dónde nos sentimos seguros y encontramos parte de nuestra felicidad. Este rasgo es central para la comprensión de la ciudad. Si en el “cara a cara” es donde funciona parte de la felicidad humana, ¿cómo se pueden juntar 130.000.000 de Sapiens en Jing-Jin-Ji?

Esta interrogante nos lleva a comprender como se superó el umbral de la tribu cazadora-recolectora.  Una ventaja llevó a la otra. Con el sólo lenguaje, aunque fuese más complejo, no hubiésemos logrado adueñarnos del planeta. El lenguaje evolucionó como vehículo para transmitir información sobre el mundo y, progresivamente, se construyó una base de cooperación fuera de las fronteras del “cara a cara”. Esa cooperación vino de la mano de un nuevo fenómeno: La creación de la ficción. Los humanos comenzaron a “inventar” mitos, leyendas y dioses que no existían en la vida fáctica de los ríos, plantas o animales.

La ficción le permitió al humano no solo imaginar cosas sino hacerlo colectivamente. Así surgió la gran innovación: Hablar sobre las cosas que no existen, con lo cual se adquirió una destreza poderosa: contar relatos efectivos y lograr que los demás se lo crean. Esta innovación hizo posible la historia. Ha llevado a millones de individuos a perseguir objetivos comunes y que vayan a la guerra en nombre de un dios, un rey o una ideología. Posibilitó que en 1.789,  los franceses derrocaran al absolutismo y saltaran del Mito del derecho divino al Mito de la soberanía del pueblo, y que se crearan las Repúblicas de Norte y Suramérica. Y esa innovación nos condujo a una actitud crucial: dudar de lo que imaginábamos y asumir que somos ignorantes. De allí, apareció la Ciencia.

Hasta acá unas primeras conclusiones: 1) la evolución de los homínidos desde hace 2,5 millones de años ha estado marcada por el modelo “cara a cara”. Ese es el sentimiento de comunidad primario, genéticamente más arraigado. Por eso, siempre nos asalta la sensación de dualidad que supone vivir atado a ese sentimiento y desenvolvernos en medio de comunidades mayores; 2) El surgimiento sistémico del lenguaje complejo hizo posible construir comunidades imaginadas en las cuales millones de humanos adquieren nuevos sentimientos de identidad, y 3) en la ciudad, esa gran innovación humana, se conjugan ambos: la intimidad y la identidad. Se superponen tensiones entre el hogar familiar y Facebook.

La ciudad podríamos definirla, en una primera aproximación, como el espacio imaginado en el cual conviven miles y millones de “bandas” de cazadores-recolectores, que se interconectan y procuran acceso a la información para la sobrevivencia.

2. LA AVENTURA DE LA CIUDAD

¿Siempre existió la ciudad? La respuesta es no. La ciudad es una innovación reciente. Hasta hace unos 12-10.000 años, los humanos contaban con pocos asentamientos permanentes para su resguardo. Si bien algunos grupos tenían perfil de tribus (agrupación de familias con escasa jerarquía), estas no se consolidaron sino producto de la segunda gran revolución del Sapiens: La Agricultura. Al comienzo de esta Era, se estima que había unos 10 millones de humanos. Al final de ella, al comienzo del Siglo XIX, había 700 millones.

La acumulación de información sobre plantas y animales dio inicio a asentamientos más estables, atados a la crianza y la extensión del uso del suelo para cultivar especies vegetales. Aparecieron las primeras viviendas contiguas. En ese aprendizaje, las sociedades primarias adquirieron un conocimiento tal que les permitió establecer estructuras jerárquicas sostenidas por mitos, que no eran un producto natural de las comunidades.

Las primeras ciudades datan de unos 9.000-7.000 años: Byblos  en Líbano y Argos en Grecia, con más de 7.000 años; Alepo en Siria con unos 6.000; Babilonia en Mesopotamia, con unos 5.000. Los Mitos que hicieron posible ciudades antiguas que, como Babilonia, pudieron llegar a unos 60.000 habitantes, se cimentaron alrededor de la legitimidad divina que confería al Rey o al Faraón un poder y autoridad que dependía de fuerzas extraterrenales. Era una ficción poderosa para nuclear a las tribus.

Las ciudades medievales continuaron su marcha hacia la concentración de humanos. Roma llegó a albergar el millón de romanos hacia finales de su Imperio. Constantinopla registraba 450.000 habitantes en el siglo V. Hacia el siglo VIII la capital China, Changang, había alcanzado el millón de pobladores. La presencia de 250.000 habitantes en Tikal en el siglo VIII, de 80.000 en Londres y 50.000 en Paris en el X, da cuenta de que la ciudad  hace más de mil años ya era un atractor fundamental de los Sapiens en diferentes continentes.

He aquí otra conclusión: El origen de la ciudad está vinculado al intercambio de los productos provenientes de la práctica agrícola y pastoril a lo largo de más de nueve mil años, unida a la impronta genética de comunidad “cara a cara” de más de dos millones.

3. LA CIUDAD MODERNA Y LA CIUDAD CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA

La ciudad moderna es aquélla dónde, a finales del siglo XVIII, se inició la transformación imaginaria desde lo divino hacia la soberanía del pueblo y las estructuras menos jerárquicas. La Revolución industrial  con la máquina de vapor y los postulados de Adam Smith estaban en marcha. Apenas van 240 años desde ese memorable momento.

En la ciudad moderna se observa con claridad que “El fin de todo ser vivo es sobrevivir”. Este axioma pertenece a los campos de la biología, el evolucionismo y la Ley de la entropía. Esa sobrevivencia se divide en dos etapas: Una primera, muy larga, con un límite de esperanza de vida inferior a los 30 años. Y una segunda, cortísima, en la cual, en  apenas siglo y medio, hemos llegado cerca de 80 años promedio. En la primera etapa, la probabilidad de las enfermedades originadas en microorganismos aumentaba sin control a medida que los humanos se concentraban en aldeas y ciudades. Las pestes diezmaban las poblaciones.

En la segunda etapa, a mediados del XIX hubo un arranque y para inicios del XX un Gran Salto. Fue una época de triunfo del sistema humano respecto al entorno,  resultado de la razón científica. Veamos algunas de las causas: a) En 1.674 Anton van Leeuwenhoek vio los microorganismos con un rudimentario microscopio; b) a finales del siglo XVIII se inventó la vacuna, a mediados del XIX Pasteur impuso la Teoría Microbiana y a principio del XX se descubrió el bacilo de Koch, paralelo a las investigaciones de la  radioactividad de Marie Curie; c) Adam Smith difundió la Teoría sobre la Riqueza de las Naciones y James Watt patentó la Máquina de Vapor, ambos en el siglo XVIII, el Siglo de las Luces. Y la riqueza per-cápita del mundo creció exponencialmente.

Lo demás es historia. La sociedad amplió su margen de sobrevivencia y lo hizo en ciudades. Con la aplicación del método científico (observar, tomar datos, analizar y concluir), la población pudo crecer en los términos descritos. Y apareció dentro de la ciudad moderna otro tipo de ciudad: La ciudad bajo el manto de la ciencia y la tecnología. En cada punto del planeta comenzaron a llegar los principios científicos para el mantenimiento de la salud, hasta hacerse universales. Hoy día los profesionales de la salud son adiestrados con protocolos globales para atacar la tuberculosis, la poliomelitis, el sarampión o la viruela.

La ciudad científico-tecnológica se diferencia de la ciudad moderna anterior al siglo XX pues a partir de ella comenzó el fenómeno de la disminución de la muerte y, por consiguiente, el crecimiento exponencial de la población. Varias rutinas se congregaron en la ciudad: hábitos para vivir en viviendas aseadas; recolección y disposición de la basura; almacenamiento y tratamiento del agua; prevención de la salud al nacer y hasta los cinco años de vida con vacunación masiva. Ello vino acompañado del aprendizaje de la lectura y escritura universal y de nuevas pautas culturales que disminuyeron las muertes de la mujer en el parto.

En esta ciudad se instalaron las instituciones propias de tres subsistemas: a) las necesarias para la producción e intercambio de bienes y servicios (mercado); b) las de la democracia y c) las del bienestar. La ciudad pasó a ser el asiento del nuevo ADN cultural con estructuras de bienestar: la vivienda, las unidades manufactureras, las comunicaciones, las escuelas, las redes de salubridad, los gobiernos descentralizados, los centros de diversión y los establecimientos para el intercambio de mercancías. Sin esos avances, las tres cuartas partes de la población hubiera muerto y viviéramos en barracas insalubres, rodeados de microorganismos.

En esta dinámica surgió un nuevo imaginario: la desigualdad moderna. Los planes urbanos de los siglos XIX y XX  daban cuenta del fenómeno. Recientemente se están reivindicando las tesis de Ildefons Cerdá, uno de los creadores del concepto de urbanismo en el siglo XIX. Y aún resuena la proclama de 1967 sobre el Derecho a la Ciudad de Henry Lefebvre.

El debate sobre la desigualdad en la ocupación de la ciudad cobra vida al calor de las metrópolis cuyo principal rasgo es la fragmentación. Se han intentado diseños basados en los usos del espacio urbano; conceptos de estructuras de vivienda-servicios para distribuir mejor los beneficios; creación de autopistas, trenes y metros; o espacios públicos, tendencia que lidera la democratización urbana. Los estándares de vida en la ciudad han mejorado globalmente. Allí tiene lugar una gran paradoja: es un sistema con constantes amenazas a la sobrevivencia pero, a su vez, es el mejor sitio para vivir pues ofrece la mayor probabilidad para la sobrevivencia.

4. SISTEMAS COMPLEJOS Y CIUDAD

Ante la dificultad que nos arroja la comprensión y manejo de la ciudad, necesitamos el auxilio de nuevas ciencias. Apelo a los sistemas complejos. Los sistemas siempre han existido en la naturaleza. Pueden clasificarse en sistemas no adaptativos y adaptativos. Los primeros son efímeros, no logran una estructura compleja que les permita sobrevivir; son la mayoría de los sistemas. Los segundos producen un esquema que le permite intercambiar información con su entorno y predecir su funcionamiento, en una continua adaptación. Son los más extraños en la historia de la naturaleza.

Los Sistemas Complejos Adaptativos se caracterizan por contener pautas, interactúan con el entorno, aprenden de la experiencia y se adaptan. Así, logran cierto nivel de independencia de su entorno sin aislarse, pues están sometidos al intercambio de información. El sistema que no lo hace termina aislado, en hibernación o bajo la forma de un gueto. La adaptación es una solución NO TRIVIAL. Como lo advierte Jorge Wagensberg (2), es la única que garantiza contrarrestar la incertidumbre del entorno y anticiparse a su comportamiento, adquiriendo capacidad de movimiento y de elección.

En la evolución de los sistemas sociales, es posible reconocer cuatro pautas, según lo formuló Elman Service (3): la organización en bandas, las tribus, las jefaturas y los estados. Biológicamente, la experiencia de los seres vivos está comprimida en los códigos del ADN. En el caso de los Sistemas Sociales, su ADN cultural son las instituciones, las costumbres, las tradiciones y los mitos. Esta forma de ADN se puede definir como los atractores sociales, los cuales representan aquél estado de organización hacia el cual, inexorablemente y de manera contingente, son atraídos los miembros del sistema social. Los atractores se caracterizan por ser la parte constitutiva del sistema complejo con capacidad de resistir las perturbaciones del entorno; marcan la pauta de los patrones de innovación del sistema, toda vez que las estructuras que adopta no obedecen a programas genéticos predeterminados sino al constante intercambio de información con el entorno, como lo comenta Roger Lewin (4). Del mismo sistema surge el caos, pero de ese caos puede emerger un orden que lleva al sistema a otra fase de mayor complejidad y cuyo comportamiento es impredecible. Estos sistemas son estudiados usando masas de datos computarizados, única vía para observar sus pautas. Los datos generan autoaprendizaje que pueden convertirse, como hoy sabemos, en inteligencia artificial.

La ciudad es un sistema complejo adaptativo. Cumple con los requisitos antes descritos. Se convirtió en el espacio dentro de cuyos límites los humanos desplegaron su capacidad de interrelación e intercambio, donde florecen las pautas culturales, desde las villas-tribus hasta las megalópolis. La ciudad como sistema impone límites que definen un adentro y un afuera. Es un atractor para la formación de estructuras para la sobrevivencia, que ha avanzado hasta concentrar próximamente al 75% de la población del planeta.

Las ciudades pueden desaparecer al desistir de la solución NO-TRIVIAL y disminuir el intercambio de información. Muchas se han cerrado hasta desaparecer. Una historia famosa es la de Numancia. Carlos Fuentes narra cómo su población, ante el acoso de los romanos, prefirió suicidarse. Numancia se convirtió en símbolo de resistencia; pero a un costo demasiado alto.

En la medida en que el número de componentes del sistema se incrementa, el total de sus interacciones se potencia, elevando la incertidumbre. Ante ello, el sistema aumenta su intercambio de información con el entorno y procura nuevas estructuras de adaptación.

Así podemos explicar cómo pequeñas tribus “cara a cara” con una estructura de cooperación horizontal-familiar, se transformaron en ciudades-Imperios con estructuras jerárquicas de sujeción a un solo mando, el del faraón o el emperador. La ciudad moderna incrementó sus interacciones tanto internas como con el entorno.

Florencia, por ejemplo, se convirtió en la ciudad por excelencia del Renacimiento, movimiento que supuso una explosión de nuevas estructuras: en el arte, por lo que más se le conoce, y en el intercambio de mercancías e innovaciones tecnológicas. Allí nació la idea para organizar la convivencia moderna: la política. Maquiavelo se nutrió de aquel intercambio y produjo sus primeros fundamentos.

La ciudad está mutando. Los condicionamientos del entorno, sobre todo los del subsistema científico-tecnológico, empujan sus estructuras hacia nuevas interacciones. Hay dos fenómenos en marcha, cuya forma y contenido no alcanzamos a ver. Primero, la interconexión de las estructuras físicas de la ciudad se está ampliando con las tecnologías de comunicación y el cambio del patrón energético. Se podrá vivir “lejos” pero tener acceso al bienestar. Las principales innovaciones serán el Teletrabajo, la Telemedicina, la Teleducación y el transporte eléctrico autónomo. Segundo, el individuo, atrapado en estructuras digitales, tiende a aislarse y asumir la realidad virtual como real. En ambos casos, la Inteligencia Artificial y la biotecnología comandan las transformaciones.

Con ellas aparecen nuevas panaceas. La que más deslumbra es la Ciudad Inteligente, la cual trata de una estructura de convivencia humana guiada por la Inteligencia Artificial y los medios digitales, con inéditas relaciones y ofertas de bienestar.

5. LA CIUDAD DEMOCRÁTICA

La ciudad camina hacia hiperconcentraciones soportadas por las transformaciones tecnológicas. Aparecen algoritmos de Inteligencia artificial que registran las transacciones de la ciudad y aprenden de ellas. Este paradigma está en expansión. La ciencia de la complejidad avanza aceleradamente en la búsqueda de soluciones para la vida.

Sin embargo, como el uso de las tecnologías no es neutro, se discute sobre ellas en función de los valores que rigen el sistema social receptor. Hay un reciente ejemplo. La megaciudad NEOM. Se trata del proyecto urbano más costoso en marcha. 500.000 millones de dólares para construir una ciudad en un espacio de 26.500 kms (37 Singapur), con energía limpia, biotecnología e Inteligencia artificial. Parece una buena noticia.

Pero hay una mala noticia: el proyecto está ubicado en Arabia Saudita. Es la visión del Príncipe heredero Mohammed bin Salman. Se dice que los servicios secretos del Príncipe mataron en el consulado de Estambul a Jamal Khashoggi, periodista del Washington Post opuesto a la tiranía de Arabia. Esta extraña circunstancia generó una reacción en cadena: varios inversionistas y consultores de NEOM se deslindaron del proyecto. No quieren aparecer con el régimen autocrático.

Ruedan los adjetivos sobre la ciudad del futuro. Pero en ninguna denominación aparece la calificación de democrática. Parece asumirse que el futuro de la democracia está garantizado, ¿para qué hablar de ciudad democrática si van hacia allí?, dirían algunos. Se equivocan. El planeta no necesariamente marcha hacia la democracia global. Hay demasiados asomos de regresiones autoritarias: Europa, China, Rusia, Estados Unidos, América Latina. Este es el entorno donde se desenvuelven miles de ciudades.

La vigencia de la tolerancia democrática en el mundo no depende de la ciudad. Esta virtud está más alineada con los liderazgos de los estados nacionales y de los bloques regionales como la Unión Europea, Norteamérica y Asia. Sin embargo, los líderes de los sistemas sociales viven en ciudades y toman decisiones. Allí se debate la tensión entre pobres y ricos, la tensión por el derecho a la diversidad de género, la presión por el cambio en los sistemas de educación y salud o el reclamo de los migrantes. En la ciudad se libran las batallas planetarias por los derechos humanos. Y el abordaje de tales tensiones no acepta soluciones mágicas. El panorama es difuso y de baja gobernabilidad. Nos inunda la información irrelevante y no vemos las pautas del sistema. El objetivo es ganar claridad en medio de la irrelevancia.

Puede haber una opción: la apuesta por la ciudad democrática. Al final de la conversación, regreso a la tesis inicial. Los genes del “cara a cara” comandan la mayoría de los sentimientos humanos; como advierte Harari, somos animales de la edad de piedra que para prosperar necesitamos comunidades íntimas conectadas. También lo afirma Steven Pinker (5): “nuestras facultades cognitivas y morales están adaptadas a la supervivencia individual y a la reproducción en un entorno arcaico…la evolución no ha adaptado el cerebro a la tecnología y a las instituciones modernas. Sin embargo, tenemos la cognición para trascender esas limitaciones a través de la abstracción compleja y la capacidad para compartir ideas en una comunidad de pensadores”.

Por ello, los proyectos colectivos para “crear comunidad” cobran gran valor. Hablamos de comunidades en planos sistémicos interconectados: el social, que es el más arraigado, el cultural, el político, el científico-tecnológico, el de empresarios y el de innovadores.

Mientras tanto, las tecnologías siguen su curso indetenible: cambiarán las formas de trabajo y la fisonomía de las ciudades. La fragmentación será mayor producto del acceso asimétrico a las tecnologías. La diversidad de género, raza, religión y nacionalidad, así como la desigualdad, impondrán la agenda. ¿Hay gobierno de la ciudad que enfrente con solvencia estos asuntos cruciales? Tal como lo conocemos, NO.

Surgen proyectos novedosos. Veamos un ejemplo. Usama Bilal es un joven científico español nacido en Gijón. Lidera una investigación sobre el tema “Las ciudades nos enferman”. Su pregunta científica es: ¿Por qué existen diferencias de la esperanza de vida entre los barrios pobres y los urbanismos más ricos, que pueden llegar hasta 10 años? Se basa en una muestra de 700 ciudades en Estados Unidos y América Latina, con una Big Data de 30 años con decenas de variables, para determinar cómo cambia la salud en la medida que las ciudades van creciendo. Primera vez que se intentan estas mediciones. Es un proyecto que busca descubrir las pautas de comportamiento de las ciudades.

Unas palabras finales para pensar el papel de la ciudad democrática. Pierre Rosanvallon (6), afirma que las elecciones han disminuido su eficacia como instrumento de la representación y generan menos legitimación y control de los representantes. El poder ejecutivo ha asumido la Centralidad generando lo que denomina la “Presidencialización de las democracias”. Se suceden en el escenario líderes carismáticos que ofrecen la redención.  El problema es que, ante la complejización del mundo social, las múltiples identidades, percepciones y expectativas no encuentran referencia. El vacío lo llenan los discursos redentores, cuyo simplismo ofrece reducir la complejidad al “pueblo”.

El creciente volumen y velocidad de datos ha determinado que las instituciones como las elecciones, los partidos y los parlamentos luzcan desfasadas. No porque sean poco éticas, como advierte Harari, sino porque no procesan los datos con la suficiente eficacia. Mientras poco ha cambiado el ritmo de la política desde los tiempos de la máquina de vapor, las tecnologías pasaron de la primera a la cuarta velocidad. Las estructuras democráticas no pueden recopilar y procesar datos relevantes con la suficiente rapidez. De ahí que la política pierda control y no consiga proporcionarnos visiones de futuro significativas. Este es el meollo.

Transformar la democracia, continua Rosanvallon, implica “Complejizar la democracia”, bajo las siguientes premisas: i) Crear una narrativa donde el ciudadano refleje su vida en la política; ii) Crear instituciones imparciales que nadie pueda apropiarse; iii) Pasar de una democracia de autorización a otra de apropiación: de la Voz del Pueblo a la de El Ojo del Pueblo. Es un cambio de las reglas del juego.

El gran combate de hoy es la Complejización democrática (impulsada por la sociedad abierta) (vs) la Simplificación democrática (promovida por  oportunistas redentores).

Uno de los escenarios estelares de este combate es la ciudad. Allí se congregan las elites de la sociedad. Allí actúan los genes “cara a cara” que forman comunidad en convivencia con las transformaciones tecnológicas globales. Es un sistema complejo en proceso de adaptación. Ustedes, miembros del Consejo de la Ciudad de Barquisimeto y estudiantes y profesores de urbanismo y arquitectura de la UCV y la UCLA, forman parte de esa elite. Y concluyo que tienen mucho trabajo por delante.

REFERENCIAS   

(1) Yuval Harari. “Sapiens. De Animales a Dioses”; “Homo Deus. Breve Historia del Mañana”; “21 Lecciones para el Siglo XXI”. Todos de Editorial Debate.

(2) Jorge Wagensberg. “El Progreso. ¿Un Concepto Acabado o Emergente? Colección Metatemas. Editorial Tusquets.

(3) Elman Service. “Los Orígenes del Estado y la Civilización. El Proceso de Evolución Cultural”. Alianza Editorial.

(4) Roger Lewin. “Complejidad. El Caos como Generador del Orden”. Colección Metatemas. Editorial Tusquets.

(5) Steven Pinker. En Defensa de la Ilustración. Por la Razón, la Ciencia, el Humanismo y el Progreso”. Editorial Paidós.

(6) Pierre Rosanvallón. “La Democracia del Siglo XXI”. Nueva Sociedad N° 269.

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