El presente artículo se encuentra publicado en el libro “Nuevas visiones sobre el desarrollo”, producido por Cendes/Ildis en 2018 y coordinado por Carlos Mascareño.
INTRODUCCIÓN
Este documento ofrece una visual general sobre el origen, elaboración y difusión de lo que desde mediados del siglo XX se ha conocido como las teorías del desarrollo. Estas teorías congregan un conjunto variado de posiciones sobre lo que era, es y debe ser el desarrollo de las sociedades contemporáneas, medido el desarrollo dependiendo de la perspectiva de quien lo analiza.
Los primeros trazos de las mismas, entre la postguerra y mediados de la década de los setenta, estuvieron marcados a partir de la relación entre crecimiento económico-desarrollo. La literatura dominante tuvo como guía la medición de los índices que dieran cuenta de ello, así como la explicación acerca de cómo lograr el desarrollo en aquéllas sociedades que aún no habían alcanzado un nivel satisfactorio.
Sin embargo, paralelamente, fueron surgiendo nuevas miradas más allá del sólo crecimiento que incorporaban variables como el ambiente, el ser humano, el género, entre las más connotadas. A ello se agrega la producción de conocimientos desde la perspectiva de los sistemas complejos, la cual transcurre con distancia de las antes citadas.
Hoy día existe una amalgama de posturas, tanto en la academia como a través de las instituciones creadas para discernir sobre el desarrollo de las naciones, bajo un intercambio de conocimientos facilitado por las tecnologías de la información. No es fácil seguirle la pista a estas formulaciones y si, en definitiva, todavía pueden llamársele teorías.
Por ello, este documento ha optado por ofrecer una cartografía que permita leer las coordenadas de las ideas sobre el tema y su despliegue en los medios académicos e institucionales. En consecuencia, no se entregan consideraciones detalladas pues no es el objetivo del trabajo. Se espera, por el contrario, contribuir con los lectores para que cuenten con una guía general de las pautas de las teorías del desarrollo y sus principales autores.
EL texto es el resultado de la conferencia dictada en el mes de marzo de 2017 en el Seminario “Teorías del desarrollo” del programa de Doctorado en Estudios del Desarrollo del Cendes, Universidad Central de Venezuela.
I.UBICACIÓN TEMPORAL DE LA IDEA DE DESARROLLO
Si nos atenemos a una definición amplia de la idea de desarrollo aplicada a las sociedades humanas, tendríamos que aceptar que la misma se refiere al constante cambio, adaptación y progreso de dichas sociedades. Esta adopción amplia del término, nos introduce en dos problemas: uno, desde cuándo entonces existe ese desarrollo y dos, que debe asumirse como progreso de dichas sociedades.
I.1. EL LARGO PLAZO HISTÓRICO
Para el primero de los problemas, puede ser útil la periodización que expone Harari (2017). Este historiador establece una visión de larga trayectoria para la comprensión de la evolución de los seres humanos, según la cual han existido tres grandes revoluciones que han cambiado el sentido y trayectoria de la humanidad. La primera revolución fue la aparición y dominio del lenguaje ficticio hace unos 70.000 años; sólo a partir de esta creación fue posible que el Homo Sapiens terminara siendo la especie que dominara el planeta.
La segunda revolución fue la aparición y predominio hace unos 14-12.000 años de la agricultura; sólo así se inició la estructuración de los asentamientos humanos que se han transfigurado hasta ser las grandes metrópolis de hoy. Y la tercera revolución fue la científica hace unos 500 años apenas, momento en el cual el humano, al decir de Harari, admitió su ignorancia y comenzó a formularse dudas e interrogantes sobre cómo transformar el hábitat que nos acoge.
La idea de transformar es la que ha impulsado al ser humano hacia la innovación creciente y la producción de conocimientos que nos han conducido a configurar la red planetaria que hoy somos. Esta visión, de largo alcance, permite asumir que las sociedades humanas- bien en grupos móviles antes de la agricultura o sedentarios luego de ella-, han experimentado constantes cambios y procesos de adaptación. ¿Es desarrollo lo experimentado en estos 70.000 años?
Para el segundo problema, el del progreso, se trata de una interminable discusión que no arroja acuerdos. Nisbert (1980) presenta una visión de la idea de progreso en occidente y se remonta a su base griega hace más de 25 siglos. Desde este momento, el progreso ha contribuido a asumir y promover la idea de cambio en la sociedad, aunque concluye con dudas sobre su vigencia toda vez que Occidente ha dado muestras de decadencia y destrucción en el siglo XX.
La perspectiva de Nisbet se inscribe en la de muchos pensadores que asumen la historia con una cierta linealidad que permite observar las sociedades humanas siempre en una dirección de avance hacia mejores estadios, aunque en su caso advierte que “el progreso no siempre ha producido un impulso hacia adelante” (p.24). Por esta vía no hay salida posible pues, en consecuencia, cualquier “accidente” de la historia, puede entenderse como una desviación; así, entramos en un círculo vicioso en el cual las sociedades siempre estarán mordiéndose la cola.
Parece conveniente, en consecuencia, tomar otro camino, probablemente menos trajinado en las ciencias sociales convencionales pero, a lo mejor, con nuevas visiones que abren la discusión. Nos aproximamos a esta idea de la mano de Wagensberg (1998), físico que se plantea si el concepto de progreso está acabado o debe mirársele de manera distinta.
Para el, la palabra progreso prometió mucho, sobre todo luego del evolucionismo de Darwin. Hoy día se pueden establecer dos acuerdos básicos y un desacuerdo. Los acuerdos son: a) Que el progreso existe en la materia viva y b) que no es una fuerza motriz que empuja la evolución biológica sino un efecto. La discordia es que el progreso no debe asumirse como una noción trascendente en la historia de la materia, pues en dicha visión predomina una dosis antropocéntrica, que no es malo en sí mismo, por lo cual se le podría etiquetar de “antropocentrismo del bueno”.
Lo que se constata en la trayectoria de la naturaleza, advierte Wagensberg, es la Independencia de un ser vivo (o grupos de ellos) respecto al medio que le rodea, para lo cual ese sistema vivo debe garantizar un permanente intercambio de Información con ese medio.
Y, para ello, es necesario la constante innovación que garantice la independencia, so pena de llegar a un fatal equilibrio en el cual el ser vivo desaparece (Negrillas nuestras). Múltiples son los ejemplos: La Fotosíntesis generó el oxígeno necesario para la vida; el bipedismo universalizó el movimiento humano; el fuego y la agricultura liberaron al hombre del destino de cazador-recolector y de las amenazas de los otros seres vivos; el dinero logró evadir el infortunio local del trueque y, hoy, la tarjeta de crédito libera al hombre de las cuentas y los viajes al banco (Op. cit)
Pero para que ello suceda, el ser vivo debe intercambiar información con el medio, para lo cual se necesitan Fuentes de Información que procure el intercambio y, con ello, evite la parálisis del sistema. O sea, para progresar, es indispensable una permanente Interacción Sistema/Entorno.
En esta visión del problema, el sistema vivo Progresa si (y solo sí) mejora su percepción y conocimiento de su medio y su capacidad para actuar, en consecuencia (Negrillas nuestras). Se trata, entonces, de una Independencia activa del sistema de su entorno, y no de una Independencia trivial. Mientras mayor sea la independencia alcanzada, mayor será el grado de progreso alcanzado.
En la naturaleza es posible constatar la existencia de muchísimas líneas que cambian poco, muchas que son regresivas y algunas- las menos- que son progresivas. En estas excepciones se inscribe la unión de diferentes humanos para crear una nueva identidad colectiva mayor, lo que le confiere ventajas ante el medio que le rodea. Las sociedades humanas que hoy conocemos y que su primera agregación estable y sedentaria apareció apenas unos 10.000 años, son parte de ese selecto grupo de seres vivos que han adquirido mayores grados de independencia del entorno; es decir, adquirieron un mayor grado de progreso, hasta los actuales momentos.
La Polis griega y la creación del Estado, son esas raras “Sociedad de sociedades multifamiliares con soberanía sobre sí mismas” (Ibid, 51), que se ubican en el máximo nivel de la historia de la materia: aquélla que ha accedido al conocimiento y ha sido capaz de volverse sobre su historia y preguntarse su sentido en el devenir del universo.
Allí, por ejemplo, ejercer la Política, es utilizar una clase privilegiada de conocimiento indispensable para intentar organizar la convivencia humana. Y en el ejercicio de la Política, no por casualidad, la palabra Progreso es omnipresente, sobre todo en Democracia, sistema de convivencia en el cual la idea de Progreso es inobjetable: Todos dicen que hay que lograrlo.
De esta manera, la idea de desarrollo en la perspectiva de la larga visión histórica y la de progreso o grado de independencia del sistema respecto de su entorno, nos ayudan a ubicar en su justo lugar la aparición y despliegue de lo que en el mundo contemporáneo, el del siglo XX, se ha conocido como las teorías del desarrollo.
I.2. LAS “RECIENTES” TEORÍAS DEL DESARROLLO
Utilizamos intencionalmente la palabra “reciente” para ubicar las denominadas “Teorías del Desarrollo” en un espacio temporal ínfimo, casi puntual, en el “progreso” de la materia viva y que es parte de manera indisoluble de la procura de explicaciones de las sociedades humanas acerca de su devenir, que es de más larga data.
Si somos rigurosos con la idea de Teoría como un cuerpo coherente y sistemático creado para explicar un fenómeno dado, social o no, las del desarrollo iniciaron la adopción de un perfil como tal apenas a finales de la década de los 40 del siglo XX.
Ese inicio estuvo ligado a dos fenómenos claves: por un lado, el clima de postguerra, que ofrecía un cambio y mejores formas de vida de las sociedades y, por el otro, el constatable crecimiento de las economías europeas y norteamericana, como parte de la evolución de la revolución científica y tecnológica que habían iniciado las sociedades humanas hacía unos 500 años, tal como lo advierte Harari (2017) (1).
El segundo de los fenómenos puede observarse con mayor claridad con el uso de los índices de crecimiento de la renta per-cápita en el largo plazo estimada por el minucioso trabajo de Angus Madison (En Sachs 2007). El gráfico de la página siguiente muestra como dicha renta era cercana a cero desde siempre (es decir, muy baja, de subsistencia) y apenas en el año 1.500 comienza un leve ascenso hasta mediados del siglo XX; este período coincide con el despliegue de la revolución científica antes aludida.
En algún momento de la historia, precisamente en la era de la segunda postguerra, las sociedades humanas acusan un desconocido salto (cursivas nuestras) en su nivel promedio de concentración y disponibilidad de riqueza para cada individuo: se inicia en apenas unos 500 $/persona en 1.900 a un codiciado nivel de 7.000 $/persona en apenas 100 años.
Se trató de un “brinco de calidad de vida” único en la historia humana, que trajo consigo un crecimiento inusitado en el confort del ser humano para llevar la vida diaria: medios para trasladarse y comunicarse, ingresos para adquirir alimentos y formas de provisión de servicios.
EVOLUCIÓN DE LA RENTA PERCÁPITA MUNDIAL
Fuente: Adaptación del gráfico de Madison en Sachs (2007). P. 61.
Pero como contraparte de aquélla emoción de progreso, hubo quienes advirtieron que ese fenómeno no era uniforme en todas las sociedades humanas del planeta. Había grupos humanos relegados y era imperativo buscar una explicación. Esta realidad promovió la investigación a partir de cuyos resultados tomaron cuerpo las visiones sobre las diferencias de los humanos hasta acoplarse en lo que se ha dado en llamar las teorías del desarrollo.
Una advertencia previa. La diferencia entre grupos humanos siempre existió desde la conformación de las sociedades humanas y el asentamiento de las mismas alrededor de aldeas agrícolas. Las diferencias acumuladas al surgir los imperios antiguos era de tal magnitud que la única manera de sostenerla era a través de explicaciones divinas: los privilegiados eran privilegiados porque así lo habían dispuesto los dioses.
Esa condición de riqueza y sumisión no se discutía y se tradujo en formas de esclavitud de las mayorías. Esta condición era así en todas las sociedades conocidas en el planeta: desde los Imperios Egipcio, Mesopotámico y Romano o los Maya, Inca y Azteca.
Lo novedoso con la elaboración de las teorías del desarrollo fue que las desigualdades comenzaron a tratarse de manera distinta: no sólo era un problema entre sectores sociales sino que el énfasis giró hacia la diferencia entre una categoría reciente en la historia de la humanidad: las naciones.
Las mismas fijaron su mirada en las diferencias que emergieron entre “naciones ricas” y “naciones pobres”. De allí surgió la otra cara de la moneda: el Subdesarrollo. En consecuencia, el asunto central de las teorías fueron las causas de dicho fenómeno y las medidas a tomar.
Así, las teorías del desarrollo ven su origen porque existió el nuevo fenómeno de diferencias de riqueza entre grupos humanos organizados en naciones. Sería necesario teorizar sobre el “crecimiento económico” de las naciones como pivote explicativo de las diferencias en cuestión.
Una advertencia final sobre el origen de las teorías: ¿quiere decir entonces que nunca antes se habló del crecimiento económico? La respuesta es definitivamente no. Adam Smith en el clásico “Riqueza de las Naciones” (1979) publicado en 1776 asoma la necesidad de comprender las causas del ventajoso adelantamiento de algunas naciones en cuanto a sus facultades para producir y como se distribuye el producto y la abundancia entre las clases sociales. De igual manera, el economista germano-americano Friedrich List (1789-1846) hablaba sobre la necesidad de un sistema nacional de innovación como base para el crecimiento de las naciones (En Payne y Phillips, 2010).
También merece mención Schumpeter (1983) quien en 1942 popularizó la idea de “proceso de destrucción creativa” (pp. 118-124) como base del crecimiento económico. También J.M. Keynes, que en su obra de 1936 “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (2005), propone su modelo para acelerar y recuperar el crecimiento de las naciones luego de la crisis de los 30s.
La idea del crecimiento económico ha estado en las formulaciones para el mejoramiento del desempeño de la economía de las naciones por lo menos desde el siglo XVI, coincidiendo con la Revolución Científica y el despliegue de la Revolución Industrial (2). ¿Por qué entonces se habló de teorías sobre el desarrollo sólo a mediados del siglo XX?
I.3. ¿QUÉ CONDUJO A LA FORMULACIÓN DE ESTAS TEORÍAS?
Varias fueron las circunstancias que agruparon las ideas sobre el crecimiento y sus diferencias entre las naciones en un cuerpo que mereciera ser conocido como teoría. Una primera fue la secuencia de hechos que experimentó la humanidad desde que se produjo la Gran Depresión Económica de los años 30 que llevó al fascismo y al nazismo y a la segunda guerra mundial.
La finalización de la misma dio lugar a un largo período de postguerra de evidente crecimiento y estabilidad política en Europa Occidental y Norteamérica, cuando se logró la tasa más alta de innovación y desarrollo tecnológico jamás conocidos y la materialización de las nuevas formas de producción en serie que masificó los bienes y servicios en los países que se industrializaron.
La segunda circunstancia fue la aparición de un número inusitado de naciones y estados-naciones producto de la des-colonización que no acusaban el bienestar de la anterior región. En Asia se formaliza la India (1947) y Pakistán (1948), así como la secuencia de Ceilán, Birmania, Malasia, Indonesia, Singapur, Laos, Camboya y Vietnam. En África se inició la descolonización con Egipto en 1922, seguida de Marruecos y Túnez en 1956, Guinea en 1958 y Argelia en 1954-1962.
Eran nuevas voces políticas que reclamaban su condición de no-desarrollados. A ellos se unieron los países latinoamericanos, que eran repúblicas desde principio del siglo XIX, pero con una condición de atraso económico y tecnológico que los mantenía en constante tensión con el “Imperialismo del Norte”. Esta realidad fue determinante en la aparición del término Sub-desarrollo.
Una tercera circunstancia era política. Los nuevos estados mostraron problemas que debían ser tratados como diferencias entre territorios ricos y territorios no-ricos, bajo la explicación de que los primeros explotaban a los segundos y que, en buena medida, eran los culpables de su situación.
Así, el tratamiento de la diferencia de los “niveles de desarrollo”, se convierte en un asunto político: se crea el Movimiento de los Países no Alineados (3), se institucionaliza la CEPAL (4) y se acuña el término de Tercer Mundo (5) para agrupar a todos estos países que no eran del Primer Mundo ni de la órbita soviética.
Aparecen dos bloques ideológicos: el capitalista y el socialista, con propuestas divergentes sobre el desarrollo de las naciones, ambas basadas en la necesidad del crecimiento económico. Las teorías surgen en medio de un campo de batalla político-ideológico que definió su ruta y sus conflictos. Como lo definen Payne y Phillips (2010), tales teorías eran sobre el desarrollo del Tercer Mundo. El Primer Mundo, ya había alcanzado el máximo estadio de desarrollo.
Las teorías del desarrollo fueron dominadas por las diferencias del bienestar de las naciones y la disminución de esa brecha, siendo necesario formular políticas y programas que coadyuvaran con la salida del subdesarrollo de las naciones menos aventajadas.
II.¿PARADIGMAS, CAJA NEGRA O RELATOS?
Las teorías sobre el desarrollo pueden verse como ideas convertidas en paradigmas signados por el campo ideológico desde donde se ubica el observador. Héctor Silva M. (2011) sugiere que el desarrollo se analizó desde las perspectivas del capitalismo o del socialismo por una razón determinante: las formulaciones surgieron cuando el mundo se convirtió en bipolar, con un bloque socialista liderado por la URSS y otro capitalista bajo la égida de Estados Unidos.
De ambos bandos se generaron diagnósticos y proposiciones sobre cómo es y debe ser el desarrollo, habiendo pensadores alineados con cada bloque. África se alinea en el Movimiento de los No Alineados, cercano a las ideas del socialismo.
Latinoamérica con la idea del subdesarrollo dependiente en la perspectiva marxista de la historia. Desde Europa occidental y Estados Unidos surgieron las ideas sobre la modernización de los países según los patrones del capitalismo, aunque hay que de allí emergieron importantes intelectuales que, como Paul Baran y Paul Swezzy, se inscribieron en el terreno del marxismo. Según Silva M., la ideologización de las teorías sobre el desarrollo se proyecta hasta nuestros días con nuevos postulados conceptuales.
Las teorías del desarrollo también son relatos sobre como las sociedades se han venido transformando en cuanto a su calidad y formas de vida. Los modernizadores construyeron la idea de que las sociedades pasan por etapas hasta alcanzar, bajo ciertas condiciones, un estado de bienestar.
Los marxistas se aferran a la idea de los cambios revolucionarios para que las sociedades alcancen su felicidad en la tierra. En ambos casos, se han construido explicaciones que envuelven la dinámica de las sociedades nacionales y, ahora, multinacionales y globales del planeta.
De igual manera, las teorías del desarrollo son una caja negra. Es una suerte de alquimia que incorpora aditamentos para explicar la dinámica de las sociedades y, a partir de allí, derivar políticas y proyectos para el desarrollo de regiones y naciones. En esa dinámica participan planificadores, formuladores de políticas, instituciones globales y regionales, académicos y un sinfín de estructuras de pensamiento.
Lo que conocemos como teorías del desarrollo son formulaciones originadas por las interacciones de los agentes antes citados. En los años de postguerra, la modernización y el socialismo colmaron la escena de esas formulaciones.
Hoy observamos como gobiernos, sociedades nacionales, instituciones globales y sociedad civil buscan medios para que se logren los objetivos del post-milenio, basados en propuestas surgidas de la interacción antes señalada. Esta caja negra posee una dinámica de formulaciones para alcanzar el desarrollo en todas las sociedades del planeta.
En todas las perspectivas se mantiene una idea-fuerza: la divergencia en desarrollo de los países, para lo cual hay que procurar que se logre un cierto “alcance” con una tabla rasa mínima común. Y en esa dinámica convergencia/alcance, siempre está de por medio la Tasa de Crecimiento, a pesar de que muchas nuevas posturas tratan de alejarse de ella. La culpa entonces de las diferencias radica en la Tasa de Crecimiento, que ha sido abiertamente divergente en la historia de los últimos dos siglos.
Si vemos el gráfico siguiente, efectivamente Europa Occidental, Japón, EEUU, Canadá y Oceanía, han mantenido una Tasa de Crecimiento a lo largo de 200 años superior al resto de las regiones. Una Tasa de más de 1,5% en un tiempo prolongado es lo que ha marcado la diferencia entre una realidad y que en el siglo XXI posee vigencia.
Como lo explica Sachs (2007), el asunto del desarrollo no parece ser solo de circunstancias en las cuales una determinada región o país puedan experimentar grandes tasas de crecimiento en un momento determinado.
PIB PER CÁPITA POR REGIONES EN 1820 Y 1998
Fuente: Adaptación del gráfico de Madison en Sachs (2007). P. 63.
Se trata, más bien, de que existan las condiciones para que la economía y la sociedad se mantengan creciendo en largos plazos, siglos quizá, para lo cual la sociedad de que se trate requiere de formas de pensar, instituciones y estructuras que hagan sostenible ese tipo de crecimiento.
En este marco, realicemos un breve paseo por las diferentes visiones que dieron origen a lo que se ha llamado teorías del desarrollo, utilizando una cartografía con escala tal que permita una mirada integrada sin los detalles de cada una de ellas.
II.1. CRECER, ALCANZAR Y MODERNIZARSE PARA SUPERAR LA TRADICIÓN
El interés por el estudio de las diferencias en el bienestar de los países no pertenece solo a las teorías del desarrollo estructuradas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Desde Smith y Ricardo en el siglo XVIII se formulaban hipótesis sobre porqué unas sociedades acumulaban más riquezas que otras y existían diferencias entre grupos sociales.
Los Clásicos observaban las grandes transformaciones en Europa: una revolución científica que estaba cambiando los procesos agrícolas y la creación de procesos manufactureros desconocidos hasta entonces; el vertiginoso intercambio comercial entre las naciones con las nuevas tecnologías de navegación (Lenski et. al, 1997) y la lenta pero sólida configuración de los estados nacionales, cuya primera muestra fue la República Federal de Estados Unidos de Norteamérica en 1776.
Es Adam Smith (1979) quien primero describe con precisión el funcionamiento de los nuevos procesos de producción que agregan factores e incrementan la productividad y elabora las bases de lo que definía como el mayor intercambio entre productores y comerciantes, a medida en que la disponibilidad de productos se incrementaba.
Se institucionaliza la noción de Mercado, logrando crear la teoría económica liberal que tanta influencia y dominio ha tenido hasta hoy. Smith no habló explícitamente sobre el desarrollo pero elaboró las bases sobre las cuales se montaron las teorías del desarrollo en el siglo XX.
No sería completa esta brevísima visión de antecedentes, sin una alusión a las ideas de Marx. La razón para estos propósitos es sencilla, pero de gran ayuda para estructurar una cartografía: si Smith está en la línea de los teóricos liberales del crecimiento, defensores del mercado y del capitalismo, Marx soporta la totalidad de la otra vertiente orientada hacia el “Subdesarrollo” y la dependencia de los países periféricos respecto a los países “Centro”.
El materialismo histórico de Marx no pretendió ser una elaboración económica sino, sobre todo, una visión de la historia y de la evolución y cambio de los procesos de producción y las fuerzas sociales involucradas en ellos. Un asunto clave que lo diferenció de los liberales clásicos, fue la idea de que los sistemas políticos y económicos no eran hechos naturales, como lo postulaban los anteriores sino que existían leyes de la historia que eran el motor de tales cambios (Payne y Phillips, 2010).
Esta diferencia clave en la perspectiva del comportamiento de las sociedades y economía humanas, signó el futuro debate sobre el desarrollo, ideologizando, como ya se anotara, las posturas sobre el mismo.
II.1.1. ALCANZAR EL DESARROLLO: LAS VISIONES ANTES DE LAS TEORÍAS
Las formulaciones sobre el desarrollo temprano antes de la segunda guerra no aparecen en los textos de las teorías del desarrollo. Las referencias a las mismas son extrañas. Tomamos de Payne y Phillips (Ibid) una clasificación bastante útil para suplir esa ausencia.
Un primer sub-grupo de formulaciones, posteriores a las referidas de los siglos XVII y XVIII, son las catalogadas como Nacionalistas. En esta perspectiva aparece Hamilton, autor principal de El Federalista (6), quien formuló una profusa defensa de las políticas nacionales para el desarrollo de los Estados Unidos de Norteamérica.
Su visión sobre el crecimiento de la industria manufacturera fue correlativa con la defensa de la seguridad de la nación respecto al comercio de otras naciones, sin ser autárquico. Desde su cargo de Secretario del Tesoro, aupó el desarrollo de su país respecto a los niveles de industrialización que ya habían logrado los de Europa Occidental.
Las ideas de Hamilton inspiraron a Friedrich List, Alemán, y uno de los más importantes elaboradores de ideas sobre el desarrollo en el siglo XIX. Defensor de naciones fuertes y equilibradas, propugnó el proteccionismo limitado y temporal para fortalecer a los países más débiles.
Sus ideas influenciaron tanto a la Alemania de Bisckmar como a experiencias foráneas como la japonesa, canadiense o de la India. Se le conoce como el fundador de la Escuela Histórica Alemana de Economía.
El nacionalismo de Hamilton y List en la época del “despegue” de las naciones, incidió en las políticas de líderes como Sergei Witte, Primer Ministro ruso hasta 1903, y Sun-Yat-Sen, primer presidente de la República China. El primero promovió la empresa privada en la Rusia Zarista y el segundo impulsó la política proteccionista de la industria asociada a planes de infraestructura.
La yunta de teóricos-prácticos y líderes modernizadores, hace posible defender la idea de una “teoría nacionalista del alcance del desarrollo” (Payne y Phillips, 62), como puente entre los clásicos del XVII y los teóricos de postguerra.
Un segundo sub-grupo nacionalista, inscrito en la inspiración comunista de la historia, estuvo representado por las ideas de Pléjanov y Lenin. Este último llegó a afirmar que el desarrollo del capitalismo en Rusia era necesario para los propósitos revolucionarios, como preámbulo del socialismo.
Como se sabe, Stalin terminó resolviendo el asunto de la industrialización y el desarrollo de la economía rusa a través del método del liderazgo autoritario y personalista que impuso la planificación centralizada al servicio del estado, el partido y la revolución.
Su objetivo de desarrollo fue el alcance de los demás países de Europa, que adelantaban cincuenta o cien años. En este sentido, se argumenta que el verdadero desarrollo soviético se asocia al establecimiento del Stalinismo.
II.1.2. EL CRECIMIENTO Y LA MODERNIZACIÓN DE POSTGUERRA: LA MARCA DE FÁBRICA DE LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO
El binomio Harrod-Domar es el inicio de un esfuerzo por elaborar formulaciones acerca del crecimiento de la economía a través de la modelística macroeconómica, basadas en la prospectiva del largo plazo. Los autores son pioneros de las teorías del crecimiento de postguerra, junto con John Maynard Keynes.
La tesis de Harrod (británico) y Domar (estadounidense), quienes trabajaron por separado a finales de los años 40, fue la de la Teoría dinámica del crecimiento económico basado en la relación entre el empleo, el ingreso y la estabilidad económica.
Era un modelo matemático sofisticado pero de aplicación simple, por lo cual influenció el diseño de políticas nacionales de postguerra. Detalles del modelo así como sus implicaciones de uso en Latinoamérica pueden encontrarse en el trabajo de P. Paz y O. Rodríguez (1968).
Robert Solow, quien dominó el escenario de los cincuenta, mejoró la formulación de Harrod-Domar al introducir el progreso tecnológico como la nueva variable que verdaderamente promovía el crecimiento. Su trabajo sobre el crecimiento económico publicado en el MIT (1956) es hoy un clásico de las teorías del desarrollo.
Pero faltaba traducir las formulaciones abstractas al campo real de las naciones, sobre todo las rezagadas respecto a Europa y USA. Arthur Lewis, economista de Naciones Unidas, colocó en las manos del vulgo a través de metáforas, las ideas de como los países atrasados podrían concretar la relación entre el ahorro interno y la inversión, a partir de lo cual sería posible su crecimiento (Ver 1971. Original de 1955).
En la misma línea pero con argumentos diferentes, sobre todo el del crecimiento desequilibrado, Albert Hirschman planteó que era necesario concentrar la inversión en las áreas económicas con mayor potencial. Este economista alemán-estadounidense, a partir de su práctica de asesor económico en países “atrasados”, elaboró su conocido texto “La estrategia del desarrollo económico” (1973) (7) con el cual influenció importantes planes de desarrollo nacionales.
La modernización fue la resultante natural de la difusión de las abstractas teorías del crecimiento. Si ellas se aplicaban a las economías reales, el desenlace debería ser la modernización, lográndose el crecimiento, progreso y bienestar. W.W. Rostow en 1.960 en su famosa obra “Las etapas del crecimiento económico” (1962), propuso una respuesta histórica, pues era historiador y no economista, para lograr la modernización.
Las cinco fases hacia el desarrollo: sociedad tradicional, precondiciones para el despegue, el despegue, la madurez y el consumo de masas, era la cartografía que facilitaba el paso desde sociedades tradicionales a modernas. Su simplicidad y practicidad era el medio ideal para abordar las políticas y prácticas de desarrollo en las nacientes naciones de África, Oriente Medio y Asia, así como las tradicionales sociedades de América Latina.
La propuesta modernizadora de Rostow llegó a ser la bisagra perdida entre el ideario sobre el desarrollo lanzado por Harry Truman en su discurso que iniciaba su segundo mandato en 1.949 y el programa “Alianza para el Progreso” del presidente Kennedy en 1961, del cual llegó a ser su Director de Políticas y Planificación en el Departamento de Estado.
Las teorías de la modernización fueron el soporte de las políticas para el desarrollo formuladas, sobre todo, desde Estados Unidos, y se desplegaron desde los estudios económicos hacia los análisis politológicos, espaciales, culturales y sociales. Fueron la plataforma construida para la procura de un pacto democrático de postguerra y alrededor de la idea de que modernizar era el camino correcto para todas las naciones.
En esta perspectiva, y por su profusión y alcance, Hobsbawn (1998) (8) acuño la etiqueta de “Edad de Oro” a la etapa contemporánea (1945-1973) dentro de la cual surgieron y se impusieron las ideas relacionadas con los teóricos y teorías del crecimiento y la modernización.
Ciertamente, antes de la II Guerra no se había conocido una explosión de formulaciones, propuestas y diseño de políticas tan voluminosa y diversa a los efectos de intervenir, explícitamente, en el destino de las sociedades humanas, convertidas en estados nacionales para este momento de la historia.
Si bien los clásicos acompañaron con sus grandes teorías del XVIII y XIX el surgimiento de una nueva era basada en una revolución científica en marcha, no se había materializado una densa red de iniciativas para aplicar las teorías, particularmente las del crecimiento, al acontecer de las naciones.
Esta Edad de Oro estuvo acompañada, a su vez, por las ejecutorias de instituciones planetarias que, como las Naciones Unidas, veían luz en la larga marcha de la humanidad.
En ese avasallante paso, las teorías para modernizar pretendieron adquirir la hegemonía del pensamiento consustancial con el dominio político de los aliados occidentales triunfadores. Pero como todo proceso humano, las ideas son contradictorias y siempre aparecen las corrientes que pretenden subvertir aquéllas que se nos aparecen como imponentes, aunque su pretensión fuere redentora.
Es así como aparecieron las Teorías sobre el Subdesarrollo, escuela de formuladores de ideas que vinieron a imponer un contrapeso. Estas también se inscribieron en la perspectiva de alcanzar el crecimiento y un grado de modernidad satisfactorio para los países distintos a los triunfadores.
II.2. AMÉRICA LATINA: LA ÉPOCA DE LAS TEORÍAS SOBRE EL SUBDESARROLLO
Sin duda, Raúl Prebisch fue pionero en la elaboración de un pensamiento sobre el desarrollo de economías distintas a Europa Occidental y Estados Unidos. Se trató de una formulación lanzada desde la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, institución creada en 1.948 como órgano asesor de las Naciones Unidas (Moreno, 1970)
Como sostiene Gurrieri (1982), “no cabe duda que lo propuesto por Raúl Prebisch en sus primeros trabajos en la CEPAL es un paradigma o programa porque constituye un esquema ordenado de un campo problema-el desarrollo latinoamericano- construido en contraposición al entonces predominante…” (p.13. Cursivas nuestras).
Efectivamente, el impacto del documento de Prebisch (1982) (9) fue de tal magnitud que fue adjetivado tiempo después (en 1968) por Albert Hirschman (1996) como el “Manifiesto Latinoamericano”.
La idea central de Prebisch se denominó como la Teoría Centro-Periferia, para caracterizar las diferencias existentes entre los países centrales (desarrollados) y los países periféricos (subdesarrollados) y que estructuralmente se trataba de una relación de desigualdad en la cual en los primeros el progreso técnico resultaba históricamente más acelerado, con lo cual se establecían diferencias económicas y sociales (Arenas, 1984).
De aquélla relación, en consecuencia, resultaba un deterioro en los términos de intercambios que exigiría un programa que superara la heterogeneidad estructural de los países más atrasados. Este pensamiento de la Cepal, de la mano de Prebisch, fue conocido como el Pensamiento Estructuralista (Briceño et.al., 2013) acerca del subdesarrollo, que marcaría pauta en la elaboración sobre el subdesarrollo.
Poco tiempo después, a mediados de los años cincuenta, la obra de Gunnar Myrdal (1979. Publicado por primera vez en 1957) se daría a conocer como parte de las ideas que se apartaron de la teoría clásica de los equilibrios y, por el contrario, abogaba por el reconocimiento de limitaciones en la difusión del desarrollo y acrecentaba las diferencias entre los países.
Su tesis sobre la “causación circular acumulativa”, fue formulada en el marco de su experiencia en las Naciones Unidas, al igual que Prebisch.
Hasta esos momentos, los postulados para comprender las causas y situación del ya llamado subdesarrollo en el “Tercer Mundo” se mantenían dentro de las teorías liberales clásicas. Fue con Paul Baran y Paul Swezzy (1973) que se da inicio a un esfuerzo por analizar las repercusiones del imperialismo desde los intereses de los países periféricos, desde la óptica neo-marxista.
Se trataba de una crítica a las grandes corporaciones que procuraban, de manera monopólica, apropiarse del excedente económico, quedando los países del Tercer Mundo al margen de las posibilidades de competir por mejores recursos para su desarrollo. Su obra “El Capital Monopolista” (10), se convirtió en referencia para las corrientes marxistas que ganaban terreno en el pensamiento sobre el subdesarrollo en los años 60.
El estructuralismo cepalino y el neomarxismo, tuvieron su correlato en la corriente latinoamericana que se conoció como la Teoría de la Dependencia. Las obras de Oswaldo Sunkel (1980) (11), investigador de la Cepal, ya apuntaba en la dirección de la escuela dependentista.
Pero fue el texto “Dependencia y desarrollo en América Latina (1969) de Cardoso y Falleto, que formalizó la existencia de esa corriente. En el mismo, aparecía la relación entre las clases dominantes internas y externas como una causal de la condición de subdesarrollo de nuestros países, en la cual se establecía una sujeción bajo la forma de dependencia de las economías y sociedades.
La versión académicamente más acabada de la idea de dependencia se le endosa a Theotonio Dos Santos a partir de su obra “Dependencia y cambio social” (1974. Primera publicación en 1970), el cual la definió como una relación en la cual se establece una condición condicionante externa a partir de la cual los países dependientes sólo pueden expandirse como un reflejo de la expansión de los países dominantes.
Pero fue una versión más popular, si se quiere de marketing, acerca de la dependencia, que copó la atención de los movimiento de liberación de corte marxista en los países del Tercer Mundo. Fue la definición acuñada por André Gunder Frank (1967), alemán, quien hizo famosa su frase “desarrollo y subdesarrollo son dos caras de la misma moneda”, derivada de su artículo publicado originalmente en Montlhy Review en 1966, la cual fascinó a todo aquél que tenía cuentas pendientes con los países del Primer Mundo, monopólicos y explotadores desde la óptica neo-marxista de Baran y Swezzy.
El ciclo de las teorías del subdesarrollo las cierra, tiempo más tarde, la Teoría de los Sistemas Mundiales (TSM) de Immanuel Wallerstein (2006). Según la misma, la historia mundial era el desarrollo de un único sistema que se iniciaba con la economía mundial europea del siglo XVI y se consolidaba con el domino de los Estados Unidos en el siglo XX.
En esa evolución, era posible identificar países centrales, semi-periféricos y periféricos, según fuera su posición de dominación o sumisión en dicho sistema. Desde la acera de los marxistas, este esquema era simplista pues dejaba de lado las clases y todo lo reducía al intercambio en el mercado donde cada quien obtenía sus beneficios.
La TSM (formulada en varios volúmenes en 1974, 1980 y 1989), cerraba un ciclo de formulaciones sobre el subdesarrollo, justo cuando su alcance ya era dudoso y surgía, en la otra acera, críticas y avances que abrían nuevos espacios.
La controversia-si es que así se le puede llamar- entre los teóricos del crecimiento y la modernización y los que abogaron por la defensa de los países del Tercer Mundo y sus reivindicaciones, cubrió una época. Entre la postguerra en 1945 y la década de los 80s, las corrientes señaladas coparon la escena sobre la teorización acerca del desarrollo y las posibles salidas para encauzar a los países del Tercer Mundo en la senda del progreso.
Fueron el piso sobre el cual se desplegaron profusamente políticas y programas de desarrollo desde los diferentes organismos multilaterales que habían adquirido perfil global o regional-Naciones Unidas, CEPAL, Banco Mundial, BID-, así como de los centros académicos asociados a esta tarea.
Como las teorías del desarrollo terminaron siendo, como ya se señalara, las teorías para el Tercer Mundo, formaron parte del arsenal intelectual de los movimientos de izquierda que no gobernaban, pero también de los gobiernos que ejercieron el control sobre los programas de desarrollo de los países.
Crecimiento, modernización y subdesarrollo amalgamaron numerosas ideas sobre cómo era que podía lograrse el cambio de las sociedades y, con ello, incrementar su bienestar. Este largo tiempo, denominado como la Edad de Oro (Hobsbawn 1998), dio paso a un vacío en la materia, sobre todo a la crítica de lo que había sido su inspiración inicial, el keynesianismo.
II.3. VENEZUELA EN EL DISCURSO SOBRE EL DESARROLLO
El primer espacio académico en Venezuela en el cual se discutió sobre las novedosas teorías del desarrollo fue el Centro de Estudios del Desarrollo, CENDES, de la Universidad Central de Venezuela. Este instituto de investigación y postgrado fue creado en el año 1961, cuando se expandían los conceptos sobre el desarrollo Latinoamericano. Su antecesor había sido la Fundación Getulio Vargas en Brasil creada en 1944.
Por su lado, en los predios de las políticas públicas para impulsar la industrialización a través del modelo de sustitución de importaciones (ISI) de la Cepal, se contaba con el trabajo de equipos del Ministerio de Fomento, específicamente en la Corporación Venezolana de Fomento (CVF), institución creada en el año 1946 para impulsar la economía y la industrialización del país.
Es fundamental destacar que la CVF fue una experiencia pre-Cepal, pionera junto con la Corporación de Fomento de Chile, que sirvió de modelo para esta novedosa organización de desarrollo (Machado de Acedo y Arenas; 1995)
Ambos caminos no necesariamente se encontraron. El del Cendes se orientó, tiempos después, hacia la línea de la teoría de la dependencia, tesis que privó en los teóricos de la academia latinoamericana a partir de los años 70. Esta vía se entrelazó con intelectuales de la Universidad Central de Venezuela (UCV), especialmente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, FACES, y su Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales desde donde emanaron importantes documentos en la materia.
Desde el Cendes, fue notable el trabajo de Frank Bonilla y José Agustín Silva Michelena acerca del cambio político en Venezuela (1967). Posteriormente, Bonilla publica el conocido texto “El fracaso de las élites”, en el cual critica la trayectoria de las elites y sugiere los cambios necesarios.
En FACES destacaba el trabajo de Héctor Silva Michelena y Armando Córdova, cuya obra “Aspectos teóricos del subdesarrollo” (1967) marcó pauta en la construcción de un ideario académico acerca del modelo de desarrollo latinoamericano y su expresión en Venezuela.
La idea central era la dependencia de la economía y el desarrollo tecnológico de nuestros países respecto a los países “centro”, para lo cual habría que construir un nuevo proyecto nacional que rompiera con esos lazos y nos brindara una autonomía tal que reivindicara la dinámica social de los países.
Previamente, el mismo Córdova (1963) había formulado un análisis sobre el tipo de desarrollo que había en el país. Otro texto fundamental en esta materia fue el de Domingo F. Maza Zavala, eminente economista que marcó a generaciones en la UCV y en las instituciones públicas.
Su libro “Venezuela: una economía dependiente” (1964) representó una guía para muchos investigadores así como para la creación de una visión sobre el diseño de políticas públicas. El calificativo dependiente, marcó los análisis marxistas sobre la economía del país durante muchas décadas, y aún en el siglo XXI.
La relación de Cendes y Faces con los teóricos de la dependencia latinoamericana fue profunda. Muchos de ellos fueron investigadores invitados de dichas instituciones. Se cuentan, entre los principales, a Fernando Henrique Cardoso y Theotonio Dos Santos.
Uno de los intelectuales que más cultivó esta relación fue Heinz Sonntag (12), investigador de origen alemán que se incorporó a la escuela de sociología de la UCV en 1969. Sonntag, quien fuera director del CENDES en dos oportunidades, produjo una importante obra ligada a las teorías del desarrollo en la que destacan “Hacia una teoría política del capitalismo periférico” (1977) escrita con Héctor Valecillos y “Duda, certeza y crisis”, libro en el cual discutió sobre la idea de desarrollo y el dependentismo, así como los retos de las ciencias sociales en Latinoamérica para abordar los cambios en el capitalismo mundial.
Paralelamente, el estado venezolano con su naciente democracia, había asumido, como todos los gobiernos de Latinoamérica, las tesis de la Cepal. De allí se adoptó el modelo ISI y la planificación como herramienta para el desarrollo.
Esta línea, originada fundamentalmente en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, ILPES, adscrito a la CEPAL, promovió la creación de oficinas de planificación en la región. Venezuela, por su parte, creó la Oficina Central de Coordinación y Planificación (CORDIPLAN), por el Decreto Ley No492 del 30 de Diciembre de 1958 (Ver: Oficina Central de Coordinación y Planificación 1983).
CORDIPLAN jugó un papel estelar en el ideario de la planificación y el desarrollo en Venezuela. No corresponde en este espacio ahondar sobre esta institución. Queremos sí resaltar que, a la distancia, es posible observar dos líneas paralelas de pensamiento sobre el desarrollo: la difundida desde la UCV/Faces y el Cendes y las provenientes de las oficinas públicas, con Cordiplan como líder.
Una, transitó la crítica al modelo de desarrollo, entroncando claramente con la teoría de la dependencia y la otra, relacionada con Ilpes y Cepal, lógicamente defendió la gestión de los gobiernos democráticos en los años sesenta y setenta, en tanto que instituciones creadas para tal cometido. En uno y otro se produjeron enjundiosos estudios y propuestas sobre el desarrollo de Venezuela.
II.4. LA ÉPOCA DEL NEOLIBERALISMO Y DE LOS MILAGROS DEL DESARROLLO
El vacío se fue llenando con una intensa diatriba: el keynesianismo había fracasado en su proyecto de desarrollo y era necesario volver a las tesis clásicas liberales. Pero era tarde para que ese desandar fuera completo y se asumieran las tesis liberales clásicas en su forma originaria.
Así, durante dos décadas, la discusión sobre el desarrollo adoptó un giro tornasol y ambiguo: no se habló más de teorías del desarrollo y, en su defecto, se desplegaron teorías para el crecimiento económico duales, las que recomendaban medidas rigurosas en materia económica y las iniciativas nacionales que miraron al estatismo de nueva manera, asociadas al avance global de las economías.
Se bautizaron como neo-liberales todos aquéllos postulados-y sus autores- que promovieron la necesidad de estabilizar macroeconómicamente a los países, como única vía para el crecimiento. Se trataba de un comportamiento austero de las políticas macroeconómicas, asociadas a la articulación con el comercio y el mercado mundial, ahora globalizado.
Esta vía, que fue etiquetada como el Consenso de Washington por el economista John Williamson, propuso un camino preciso para los fines postulados: a) disciplina fiscal; b) reorientación del gasto público; c) reforma fiscal; d) tasa de interés reales y positivas; e) tipo de cambio competitivo; f) liberalización comercial; g) eliminación de barreras a la inversión externa directa; h) privatización de empresas públicas; i) desregulación de la economía y j)vigencia de los derechos de propiedad privada (Williamson, en Phillips y Paine, 2013; p. 120).
Estas prescripciones de difícil instrumentación, generaron una incisiva diatriba en los países del Tercer Mundo. Con los antecedentes de gobiernos nacionalistas, muchos de ellos inspirados en revoluciones socialistas, no era cómodo adoptar aquélla “receta” o “ajuste estructural”-como se le conoció- que abogaba por el libre mercado. Fue dura la resistencia a esta medicina y la oposición política signó su fracaso.
Sin embargo, cuando se habla de los nuevos enfoques en los ochenta y parte de los noventa, nadie puede eludir la trayectoria del Consenso de Washington como corriente influyente en el pensamiento global.
Pero la omnipresencia de la anterior propuesta no era del todo cierta. Las corrientes del desarrollo transitaban mezclas de formulaciones que integraban el mercado con la presencia del estado. Fue el caso de los países del Este Asiático, conocido como el Milagro Asiático.
En realidad no se trató de un cuerpo de teorías estructuradas. Fueron casos nacionales que experimentaron medidas mixtas pero asumiendo el carácter global del desarrollo capitalista. En este contexto, Japón apareció como el primer referente de un nuevo tipo de desarrollo, con fuerte anclaje en el poder del estado y con una propuesta de cambio en el proceso de producción.
La calidad japonesa con Toyota a la cabeza, se convirtió en paradigma de cómo debían organizarse las empresas. Igual comportamiento acusaron Taiwán y Corea del Sur. Sus históricas dinastías y rigurosa cultura jerárquica se amoldaron a las necesidades globales para insertarse en las ventajas de capitalismo en su expansión integrada y global.
En realidad, a lo sucedido en esta era no se le puede catalogar de teorías del desarrollo. Fueron diseños de política con cambios en el funcionamiento de las economías y los gobiernos del Tercer Mundo. La novedad era que nuevos países como los del Este Asiático, experimentaron un salto en su crecimiento y superaron el de África y Latinoamérica.
Se cerraban, a finales de los años 90s, cinco décadas de postulados que representan un espacio de tiempo que, aunque puntual en el largo tiempo histórico de las sociedades humanas, ofreció opciones para continuar con el imparable progreso- entendido como la adaptación al entorno- registrado desde la revolución del lenguaje hacía unos 70.000 años.
Al término de ellas, el planeta era otro. Globalizado, integrado comunicacionalmente con las nuevas tecnologías, políticamente distinto con la caída del bloque soviético y la consolidación de los estados nacionales y sus instituciones globales, con el avance de las democracias y con una clara postura sobre los derroteros de los humanos que estaban dispuestos a enfrentar sus condiciones de pobreza de manera consciente.
En medio de ese cambio, se abrieron camino múltiples visiones, distintas a las dominantes- y quizá variantes de ellas-, que comenzaron a ocupar la escena de los auditorios académicos y de las instituciones de desarrollo. Su multiplicidad impide agruparlas en una categoría de teorías sobre el desarrollo. Mejor llamarlas Nuevas Opciones para el Desarrollo.
III. NUEVAS OPCIONES PARA EL DESARROLLO
Si algo tiene en común las nuevas opciones sobre el desarrollo, fue su abierta crítica a las teorías basadas en el crecimiento económico. La Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, de 1976, es señalada como un hito en la aparición de nuevos enfoques (Valcárcel 2006).
Allí se adopta el enfoque de las Necesidades Básicas (NB) como parámetro para medir el desarrollo. Creado por Paul Streeten, economista norteamericano (Op. Cit), las NB deberían medirse a partir de: a) el mínimo necesario para el consumo familiar y personal; b) El acceso a servicios básicos; c) el acceso a un trabajo remunerado y d) la necesidad de un entorno sano, participativo y de libertad.
Si bien a este enfoque se le criticó la dificultad para producir un indicador de fácil y seguro manejo como el PIB, y su subjetividad en la definición de Necesidades Humanas, su solo asomo en el mundo de las instituciones que trabajaban los asuntos del desarrollo representó una advertencia sobre las limitaciones de las teorías precedentes.
Esta misma lógica estuvo presente en las prescripciones sobre el desarrollo a escala humana de Max Neef, Elizalde y Hopenhayn. De igual manera Alain Touraine planteaba que los enfoques antecedentes se habían agotado y era la hora de adoptar nuevos pensamientos orientados hacia la integración de especificidades de los proyectos sociales para comprender mejor las opciones de cada sociedad y obtener lecciones de ellas (Ibidem).
En medio de estas inquietudes, se fueron elaborando enfoques que con mayor entidad se impusieron y perviven hasta la fecha. Veamos los principales a continuación.
III.1. LO HUMANO Y LA LIBERTAD EN EL DESARROLLO
La crisis de las teorías del desarrollo en los ochenta, encontró eco en grupos de trabajo que proponían nuevas formas de abordar el concepto y la medición del desarrollo. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, integró un equipo de especialistas para asumir la tarea. En ese equipo se encontraba el economista Amartya Sen (13).
El trabajo culminó en una propuesta novedosa para la medición del desarrollo nacional. Se le conoció como el Índice de Desarrollo Humano, IDH, y fue aplicado por vez primera en 1990.
La premisa para su aplicación fue la de que “el desarrollo tiene por objetivo ampliar las oportunidades de las personas, centrándose de manera general en la riqueza de las vidas humanas y no solo en la riqueza de las economías” (PNUD 2015, Prólogo, p.iii).
Llegar a estas visiones sobre el desarrollo, supuso décadas de debates y búsquedas que contravenían las pautas basadas en la producción de riquezas como única vía para la superación de las sociedades y su progreso. Como bien lo dijo Sen, “Algunos críticos son reticentes a ampliar el concepto de desarrollo como simple crecimiento del PIB per cápita para incluir la ampliación de las capacidades y las libertades humanas. Se ha sugerido la necesidad de valorar en su justa medida las diversas capacidades a las que se hace referencia” (1998; 90).
De esa manera, el IDH del PNUD incorporó a la medición del desarrollo las siguientes variables: a) la esperanza de vida, como medida de la salud y la longevidad; b) La tasas de alfabetización de los adultos y la tasa de la escolarización, como factor de acceso a la instrucción y c) el PIB por habitante, como vía para disponer de una mejor vida (PNUD 1990).
Esta medición ha mantenido su trayectoria, introduciendo ajustes para su mayor eficacia. Su presencia en los espacios de debate sobre el desarrollo ha sido notable y los Informes han suscitado “diálogo y discusiones importantes sobre los desafíos y las cuestiones normativas en el ámbito del desarrollo” (PNUD 2015, Prólogo, p. iii).
Para Sen (1998), el cambio sobre la comprensión de los procesos de desarrollo, suponía implicaciones en las decisiones valorativas sobre la sociedad y su bienestar. Aun asumiéndose el crecimiento como eje del desarrollo, en su concepción estaba ausente la manera como se comportaba la cooperación, el protagonismo y la difusión de las libertades y las capacidades humanas.
Por ello, era indispensable el rechazo a los regímenes autoritarios que negaban esas libertades y la expansión de las capacidades, sin lo cual el desarrollo era, por lo menos, incompleto.
Esta tesis fue ampliada y claramente precisada en la obra fundamental y más conocida de Amartya Sen, “Desarrollo y Libertad” (2000). Publicada por primera vez en la versión inglesa en 1999, el texto integraba el aprendizaje y sus formulaciones a lo largo de las décadas anteriores, en medio del dominio de los enfoques centrados en la producción de la riqueza.
Como el autor lo reconoce, el contenido de Desarrollo y Libertad tuvo estrecha relación con su trabajo en la construcción del IDH del PNUD. Este texto fue, sin dudas, la propuesta más difundida en la inauguración del siglo XXI y se proyectó hasta nuestros días. Siendo que la superación de los problemas de nuestro tiempo es el principal objetivo del desarrollo, Sen encuentra que las limitaciones al acceso a las oportunidades sociales, económicas y políticas son el meollo del problema.
En tal sentido, existe una estrecha relación entre la agencia individual y las instituciones sociales, siendo que la libertad individual ocupa un sitio central en la solución. Por ello, “Para resolver los problemas a los que nos enfrentamos, hemos de concebir la libertad individual como un compromiso social. Éste es el enfoque básico que tratamos de explorar y de examinar en este estudio” (p.16).
La difusión sistemática de los informes del PNUD y la potencia de las propuestas de Sen, hicieron de lo humano y la libertad factores indiscutibles en las formulaciones sobre el desarrollo en las postrimerías del siglo XX.
Pero también se habían creado corrientes paralelas con visiones distintas a las anteriores, aunque no necesariamente contradictorias. Las más notables eran el enfoque ambientalista y la sostenibilidad del desarrollo, por una parte, y el Género y su incidencia en estos asuntos.
III.2. AMBIENTE, SUSTENTABILIDAD Y DESARROLLO
El optimismo generalizado por el crecimiento económico y el bienestar ilimitado, formaba parte del discurso de desarrollo antes de la II Guerra y aun en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial. Los recursos naturales, en especial los que proveían energía, se veían ilimitados, por lo que no existía razón para preocupaciones.
Es a finales de los cuarenta cuando, ante la evidencia que dejó desnuda la postguerra, emergieron voces advirtiendo sobre la equivocación de esa visión. Postulaba Polanyi en 1944 (Payne y Phillips, 2010) que los procesos tecnológicos en marcha, estaban atentando contra la naturaleza, que corría el riesgo de ser reducida al mínimo.
Sin embargo, la fascinación tecnológica, avalada por los evidentes progresos en el estándar de bienestar de las sociedades humanas, opacó aquélla advertencia. Es apenas en 1972 durante la Conferencia de las Naciones Unidas en Estocolmo, cuando se reconoce una dimensión ambiental en el desarrollo y será el conocido Informe del Club de Roma quien difundirá la buena nueva cuando preconizó los “Límites del Crecimiento” (1972).
Los movimientos sociales en defensa del ambiente se fortalecieron, progresivamente, hasta convertirse en elemento constitutivo de las redes sociales que defenderían el ambiente. Su auge fue tal que, inclusive, algunos movimientos se transformaron en organizaciones políticas bajo el nombre de “Partidos Verde”.
El factor ambiental no declinó y avanzó a través de nuevos objetivos que culminan, hasta hoy, con el establecimiento del Acuerdo Climático de Paris el 12 de diciembre de 2015, cuyo propósito es coordinar los esfuerzos mundiales para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero (Sánchez, 2016).
La postura ambientalista jugó, sin dudas, un papel preponderante en el cauce que abrió las puertas al enfoque del desarrollo sustentable. Como lo explica Gutiérrez (2007), el concepto de desarrollo sustentable surgió a lo largo de la década de los noventa y primera del 2.000, como una propuesta que buscaba integrar las dimensiones social, económica y ecológica.
De esta manera, frente a los desequilibrios entre el crecimiento económico y el medio ambiente, era impostergable una acción social y política que transitara hacia otro tipo de desarrollo sustentable y duradero. Fue surgiendo un consenso sobre cuáles deberían ser los focos de este tipo de propuestas, a saber: a) el desarrollo debe tomar en cuenta la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, b) el desarrollo debe ser respetuosos con el medio ambiente y c) el desarrollo no debe sacrificar los derechos de las generaciones futuras.
Este léxico se transformó en las bases de acción de los grupos que han defendido el desarrollo sustentable durante más de dos décadas. Uno de los asuntos que ocupa a los propulsores de esta línea de pensamiento, radica en la dificultad para la medición de este tipo de desarrollo, ya que se requieren indicadores que le confieran integralidad a las variables económicas, sociales y ecológicas. Como bien establece Gabaldón (2017),
“La complejidad de construir indicadores de sustentabilidad estriba en la necesidad de considerar sus diversos ejes e integrar sus resultados. Dicha integración (megaindicadores) es muy complicada dada la heterogeneidad de los parámetros que deben medirse y combinarse. Si los indicadores son medibles en el tiempo, pero parciales, como es la mayoría de los casos, los resultados pueden inducir a errores en el seguimiento de la sustentabilidad.”
Es evidente la continuación y apertura del debate sobre la sustentabilidad del desarrollo, como asunto de gran complejidad en los espacios académicos, institucionales e inclusive políticos. Es uno de los grandes movimientos sobre el desarrollo del siglo XXI.
III.3. EL GÉNERO EN LA DISCUSIÓN SOBRE EL DESARROLLO
La aparición del enfoque de Género en la discusión sobre el desarrollo, no puede entenderse sin considerar que existe una larga historia de la reivindicación de la mujer respecto a su rol en la sociedad; una perspectiva de esa evolución. Según Huggins (2017),
las primeras protestas por los derechos civiles y políticos de las mujeres se registran en una época previa a la Revolución Francesa. Mary Wollstonecraft (Inglaterra 1759-1797) en su obra fundamental la “Vindicación de los Derechos de la mujer”, ya establecía premisas básicas acerca de esta reivindicación y que perduran hasta hoy: a) las mujeres son seres humanos antes que seres sexuales, b) la inteligencia no tiene sexo y c) la sociedad está neciamente prescindiendo de los recursos de la mujer al negarles su independencia económica y condenándoles a ser dóciles. Esta declaración era revolucionaria para la época y lo es en el siglo XXI.
El Movimiento por la reivindicación de las mujeres se profundiza en el siglo XIX cuando surgen los movimientos sufragistas de Inglaterra (1860) y USA (1845), a partir de lo cual se expanden los reclamos por los derechos civiles hacia Francia, España, Rusia, Nueva Zelanda y Latinoamérica, hasta culminar en el siglo XX relacionándose con la Declaración de los Derechos Humanos en 1948.
Tales antecedentes, fundamentales por demás, son base para la Segunda ola del feminismo, la cual se inicia con las luchas en los años 60s del siglo XX, impactadas por la obra de Simone de Beauvior “El segundo sexo”. En esta etapa destacan tres elementos: se generaliza la lucha política autónoma, se internacionaliza el movimiento de las mujeres y se hacen común los grupos para crear conciencia sobre el tema de género (Op. Cit)
El camino trazado por el movimiento de mujeres desde el siglo XVIII, terminó encontrándose con la discusión sobre el desarrollo orientada hacia las necesidades humanas que se origina en la OIT en 1976. En ese encuentro influyó la obra de Esther Boserup, “El papel de las mujeres en el desarrollo económico” de 1974 (Payne y Phillips, 2013); este enfoque determinó, en buena medida, la aparición de lo que se ha denominado el enfoque Mujeres y Desarrollo (MDY) en los años 70s (Ibid).
Las críticas a las limitaciones del enfoque MYD en cuanto a estar orientado hacia la protesta y la movilización, dio lugar a la aparición del enfoque “Género y Desarrollo” (Ibidem). Al cambiar el enfoque desde las mujeres hacia el género, se incorporaron temas de discusión relacionados con las corrientes del desarrollo. El trabajo no remunerado fue fundamental en el GYD, así como la crítica al patriarcado en la sociedad y los hogares.
En este marco, la Asamblea General de la ONU de 1979, aprobó la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación de la mujer”, que entró en vigor como tratado internacional en septiembre de 1981 al ser ratificado por 20 países. Se han sucedido varias Conferencias mundiales sobre el tema de género, siendo la última la de Beijing en el 2015.
Los aportes de Sen (2000) acerca del enfoque de género en el desarrollo, han fortalecido aún más la presencia de esta corriente teórica y política. Al respecto en su obra más difundida, dedica un capítulo al tema de “La agencia de las mujeres y el cambio social” (Op. Cit, p. 233-249).
Las ideas centrales se orientan hacia los siguientes elementos: a) finalmente, a principios del siglo XXI, el tema de la agencia de las mujeres trasciende los anteriores enfoques del bienestar; en ese sentido, se trata de reivindicar el papel activo de la mujer en la superación de las iniquidades que desmejoran su bienestar; b) en ese contexto, los derechos de la mujer se colocan en el centro del debate en función de cómo participa en la distribución de la riqueza sea en el hogar o en el trabajo; c) muy importante en estos nuevos enfoques, es el papel de la mujer en la supervivencia de los niños y el resguardo de sus derechos, lo que pose gran impacto en el diseño y aplicación de las políticas públicas asociadas al desarrollo; d) la agencia de la mujer en la emancipación y reducción de la fecundidad, ha determinado cambios drásticos en las estructuras de la sociedad, tanto en el tamaño familiar como en los índices de mortalidad infantil; e) finalmente, la libertad de la mujer al asumir su papel en la política, la economía y la sociedad, posee estrecha relación con aspectos fundamentales del desarrollo, lo que va más allá de la búsqueda del bienestar de las mujeres.
En este sentido, advierte Sen, el enorme alcance de la agencia de las mujeres “es una de las cuestiones más descuidadas en los estudios del desarrollo, algo que debe subsanarse sin pérdida de tiempo” (p. 249).
Nussbaum (Payne y Phillips, 2010), aborda el tema de género desde la igualdad y de las capacidades funcionales básicas humanas a las que tiene derecho. Tales capacidades suponen la de vivir extensamente y no morir prematuramente, la de evitar el dolor innecesario, el de construir una concepción sobre cómo planificar su propia vida-entre el trabajar y participar en política- y ser capaz de vivir su propia vida y la de nadie más.
Como se deducirá, la incorporación de los asuntos de género en la promoción del desarrollo viene a ser una verdadera revolución en los enfoques tradicionales que, aunque es parte del Desarrollo Humano en boga, adquirió entidad propia.
III.4. POBREZA, DESIGUALDAD Y DESARROLLO SISTÉMICO GLOBAL
A propósito de los Objetivos del Post-Milenio (14) la CEPAL colocó la igualdad en el centro del desarrollo sostenible. En la obra derivada del trigésimo período de sesiones de la Comisión (2016), se advierte sobre la necesidad de cambiar el estilo de desarrollo.
Además de la falta de dinamismo de las economías, las desigualdades en la riqueza y el ingreso han generado tensiones que reclaman un nuevo ciclo de inversiones que conduzcan a un cambio estructural progresivo, con un nuevo impulso de destrucción creadora.
Este nuevo estilo, requiere una combinación de bienes públicos globales y políticas nacionales, para disminuir las brechas y promover la inclusión social. La Igualdad es el centro de las actuaciones de Naciones Unidas y la CEPAL, en el marco de la Agenda 2030 y los ODS.
Desde comienzos del siglo XXI, ya se marcaba un cambio sustantivo en la discusión sobre el desarrollo. En los Objetivos del Milenio, ODM (15), anunciados en septiembre del 2000, ya aparecía un claro giro hacia el ataque de la pobreza, las desigualdades y la defensa del ambiente.
Uno de los problemas en su aplicación se refería a las posibilidades de medición bajo normas acordadas de los mencionados objetivos, en especial de la pobreza, que ocupaba el centro de la discusión. Era una discusión no sólo académica sino, sobre todo, política y ubicada en las instituciones de desarrollo, bilaterales y multilaterales.
¿Era posible acabar con la pobreza en el mundo en tiempos razonables?, era la pregunta que se hizo Jeffrey Sachs (2007). Este economista que se contó en las filas del Banco Mundial y el Fondo Monetario pero, sobre todo, como asesor del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, saltó a la fama recorriendo países subdesarrollados, siendo su principal “proeza”, la eliminación de la hiperinflación en Bolivia, donde fue asesor. La tesis centrales de Sachs para el ataque y la eliminación de la pobreza eran las siguientes:
- Su generación- la de los expertos sobre desarrollo del momento- tenían la posibilidad, como en ningún momento, de erradicar la pobreza extrema en el 2025.
- Todas las regiones del planeta tiene la posibilidad de incorporarse a una era de prosperidad sin precedente basada en la CyT y los mercados mundiales.
- Existen ciertas regiones del planeta atrapadas en una espiral de empobrecimiento, hambre y enfermedad.
- Esas regiones pueden poner el pie en el primer escalón del desarrollo, con la creación de la infraestructura, el capital humano y el mercado que lo facilite.
- La pobreza extrema no existe en los países ricos desde hace tiempo. De lo que se trata es de incorporar al resto al sistema global en el cual la CyT juega un rol estelar.
- La tecnología y no la explotación ha sido la fuerza motríz del prolongado crecimiento de la renta en el mundo rico. Todas las regiones pueden obtener beneficios de las tecnologías, pues existen soluciones para todos los problemas.
La pobreza se convirtió en el centro de atención e investigación para muchos expertos, especialmente para los economistas. Esta orientación tenía que ver con una constatación irrefutable: las políticas centradas en el mero crecimiento a lo largo de sesenta años no habían logrado disminuir la pobreza hasta niveles manejables. La brecha entre los países se había agigantado y habían crecido las diferencias dentro de los países más pobres.
Esther Duflo, joven economista profesora del MIT y Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales, creó un laboratorio y un método de ensayo clínico para enfrentar la pobreza como un problema global (Gimeno, 2016). Con el Laboratorio de la Pobreza (J-PAL), organizó una red global con 136 economistas para investigar y elaborar programas de ataque a la pobreza.
El método es distinto a los tradicionales: primero van al terreno sin ideas preconcebidas, detectan los problemas, hacen pruebas aleatorias y diseñan soluciones para cada experiencia. No hay soluciones globales. Cada caso es posible resolverlo con programas locales.
Un caso lo muestra como una experiencia estrella: reducir el absentismo escolar con una simple pastilla que le elimine los parásitos a los niños, pues es la causa de su cansancio y de por qué no van a las escuelas. En la India aplicaron exitosamente el programa a 140 millones de niños.
Otra pregunta relacionada con el problema de la pobreza se la planteó Paul Polak: ¿Cómo acabar con la pobreza? (2011). Esta interrogante iba unida a otra: ¿Qué es lo que funciona cuando los métodos tradicionales fracasan? En su libro-prologado en su primera versión en español por el pensador mexicano Gabriel Zaid (16)-, Polak explica su método que ha sido catalogado de revolucionario.
Afirma que ha tratado siempre resolver el enigma de qué hace pobres a los pobres y qué pueden hacer los pobres para salir de su pobreza. Para actuar en ese sentido, creó en 1992 a International Development Enterprises, IDE, una Ong enfocada en la promoción de negocios para incrementar los ingresos de los pobres del medio rural en el mundo.
Su método está orientado a la innovación y la difusión de ideas prácticas para mejorar el ingreso de los pobres, sin que exista de por medio un análisis académico de la pobreza en un país o zona. Va donde están los pobres, conoce su situación, trabaja con ellos y diseña soluciones.
Es un enfoque netamente empresarial en el cual el pobre es empresario y no pobre. IDE trabaja en 9 países de Asia y África y ha tenido impacto en más de tres millones y medio de familias que vivían con apenas un dólar al día.
Se puede observar una convergencia global de la acción para el desarrollo, marcada por la realidad de la pobreza y la desigualdad. Y es de notar que aparecen ideas y acciones no convencionales que no provienen, necesariamente, de las instituciones dedicadas a elaborar propuestas para el desarrollo.
A su vez, las instituciones tradicionales del desarrollo como el BID y Banco Mundial, terminan aliándose con esas vertientes con lo cual pudiera decirse que para este momento el análisis e intervención en asuntos del desarrollo, ha adquirido una visión integrada planetaria. Lo que puede ser una innovación generada en, por ejemplo, Bangladesh, se difunde inmediatamente hacia poblaciones pobres en Vietnam.
III.5. CHINA Y LA INDIA: NUEVAS PIEZAS QUE ALTERARON LOS CAMINOS DEL DESARROLLO
Imposible abordar el tema de las nuevas opciones del desarrollo sin dedicarle unas breves líneas a China e India. La razón es muy sencilla: las teorías del desarrollo iniciales estuvieron basadas en el estudio de la expansión económica y el dominio de Estados Unidos y Europa Occidental. De estas sociedades derivó el patrón de desarrollo. Esto pudiera cambiar en el futuro por el intenso crecimiento de los países señalados.
China tiene alrededor de 1.349 millones de habitantes y en la India viven 1.220. Ambos países representan el 35% de la población de planeta y llegarán al 40% en 20 años (www.elcaptor.com/economia/ranking-de-poblacion-mundial).
La economía China es la segunda del mundo, con el 14,8% del producto, detrás de Estados Unidos que genera el 24,3%. La India, por su parte, es la séptima economía con el 2,8% del PTB. Las tendencias indican que la China será la primera economía en el 2.030 y la India la segunda, EEUU la tercera e Indonesia la cuarta (Kauzlarich 2017). Este es un panorama radicalmente distinto al de 1945 cuando comenzaba la postguerra y el predominio de EEUU y Europa.
Como lo explica Sachs (2007), a China le ha tocado ponerse al día luego de 500 años condenada al ostracismo. Siendo una sociedad antigua, ¿Dónde y porqué tropezó China? (Ibid, p. 219). Para 1.500 contaba con importantes innovaciones como la brújula, la pólvora y la imprenta, sin embargo, se detuvo.
La explicación según Sachs tiene que ver con el aislamiento Chino durante la dinastía Ming la cual, a partir de 1.434, cerró sus fronteras al mundo, enajenándose del crecimiento y la difusión de las innovaciones que se sucedieron en los siguientes siglos.
Y este cierre se prolongó hasta la muerte de Mao, apenas en 1.976. Es hoy consenso señalar el año 1.978 como el momento de inflexión en el sistema económico Chino. Luego de la plenaria del 11° Congreso del Partido Comunista (PC) efectuado ese año, se “tomó la decisión fundamental: reorientar a China hacia el mercado” (Yergin y Stanislaw, 1.999; 297).
También se reconoce que este viraje es obra de la paciente artesanía política de Deng Xiao Ping, quien declaró en una visita a Estados Unidos: “Tengo dos opciones (…) Puedo distribuir pobreza o puedo distribuir riqueza” (Ibid, P. 297).
Lo que vino es historia: China ha vivido bajo su ideario de “un país, dos sistemas” (Ibidem; 318). Una economía abiertamente de mercado bajo el mandato del PC Chino, modelo con el cual saltó de un ingreso percápita de 614 $/h a un respetable 8.123 $/h en 2016.
La India tiene una historia distinta. Su crecimiento es más lento, con un largo período de atascamiento luego de su independencia en 1947. Previamente, durante el período colonial bajo el dominio británico, apenas creció un “exiguo 0,2 por ciento anual, comparado con el 1 por ciento del Reino Unido” (Sachs, 2007; 255).
Luego del período democrático bajo el mandato de la familia Ghandi, la India inició las reformas para convertirse en una economía de mercado; desde ese momento su percápita se ha triplicado y promete convertirse en la segunda economía del mundo en términos del valor bruto de su producción total.
India fue un país férreamente estatista y en consecuencia dirigista. Esta visión cambió con la llegada de Narasimha Rao como primer ministro en 1991. La incorporación como ministro de economía de Manmohan Singh, un eminente economista de Cambridge y Oxford, alteró el rumbo de la sociedad y, desde entonces, la India ha estado apartada del control estatal de la producción.
Los resultados obtenidos pueden ser la base para que se constituya en una de las fuerzas más dinámicas de la economía mundial del siglo XXI” (Yergin y Stanislaw 1999; 325).
China e India vinieron a alterar el mapa del desarrollo configurado en el siglo XX. Esta cartografía se encuentra en plena reelaboración. Esta realidad no dejará indemne la dinámica del paneta y exigirá nuevas ideas y teorías sobre el desarrollo.
III.6. COMENTARIO FINAL SOBRE LAS NUEVAS OPCIONES DEL DESARROLLO
Phillips y Paine (2013) asoman la existencia de las teorías del desarrollo globales como la nueva coordenada en la cartografía de este campo. Se trata de distintas corrientes que “coinciden en que es necesario prescindir de las dos características clave de la teoría del desarrollo desde mediados del siglo XVIII, es decir, su arraigado “nacionalismo metodológico” y su abierto “Estado-centrismo” (203-204).
De allí es posible observar dos áreas de debate: la relacionada con las transformaciones de la economía global, creándose una “red de producción global” y la pobreza y la desigualdad tratadas como fenómeno transnacional. A pesar de las evidencias de la actual situación, las teorías globales del desarrollo no han disminuido sensiblemente el anclaje con los dos conceptos que dieron origen a las teorías en este campo, el nacionalismo y el estado-centrismo.
Como se ha podido apreciar, las teorías del desarrollo pensadas y conceptualizadas desde el siglo XVIII hasta el presente, han estado marcadas por el pensamiento de las ciencias sociales, en especial de la economía, provenientes del cartesianismo racional de la Ilustración.
Las mismas, de la mano del nacionalismo y el Estado-Nación, dieron marco a un pensamiento que ha dominado durante más de dos siglos la elaboración de diagnósticos y diseño de políticas. Se observa tímidamente como en la última década el desprendimiento del corsé nacional, producto de la realidad global, inicia su trayectoria.
Pero, además, aparecen nuevos campos de estudio del desarrollo apañados por áreas de análisis que no provienen de la tradición de las ciencias sociales y que, por tanto, no poseen amarras con la tradición de las teorías del desarrollo que hemos conocido.
En el último capítulo de este documento, para completar lo que hemos pretendido presentar como una cartografía, ofreceremos otra tendencia que es de mirada global y no nacional.
IV. OTRO GUIÓN: LA DIFERENCIACIÓN SISTEMA/ENTORNO Y LAS CIENCIAS DE LA COMPLEJIDAD APLICADAS AL DESARROLLO
Con el nombre de “Dynamicis of Wealth Inequality” se lleva a cabo un proyecto de investigación transversal en el Instituto de Santa Fé (https://www.santafe.edu/news-center/news/what-drives-social-inequality), que intenta descubrir cómo las redes en la sociedad influyen su distribución de recursos.
El mismo trata de responderse la interrogante “What drives social inequality” (Qué conduce a la desigualdad social?), utilizando la siguiente premisa: “No importa cuándo o dónde, o cuán complejas ellas sean, las instituciones humanas tienden a comportarse de manera desigual”.
Por alguna razón, algunos miembros del sistema social se manejan para obtener más para sí mismos, mientras dejan a otros en la pobreza. “Tenemos grandes dificultades para comprender como las instituciones (humanas) han producido altos niveles de desigualdad dejando a los pobres sin apoyo”, afirma un profesor de antropología biológica, que forma parte del grupo de científicos de las ciencias de la complejidad del Instituto de Santa Fé.
Desde esa perspectiva- la de los sistemas complejos-, tratan de predecir el comportamiento de los mecanismos que determinan la desigualdad y cómo influye la conformación de redes en los grados de ese fenómeno, utilizando métodos de investigación en pequeños grupos sociales en diferentes países en todo el mundo. Se trata del desarrollo de las sociedades humanas, enfocado en perspectiva global con una entrada diferente a las las ciencias sociales clásicas.
El Instituto de Santa Fé fue creado en 1984 y se ubica en Nuevo México, California. Autodenominado como “La sede mundial de la ciencia de la complejidad”, tiene como misión investigar “patrones y regularidades que hacen emerger sistemas complejos, bajo una visión física, social, biológica y tecnológica, más allá de las disciplinas tradicionales” (Ver: www.santafe.edu).
En su conocido libro “Complejidad. El caos como generador del orden” (1995), Roger Lewin decía que “La ciencia de la complejidad ha acabado siendo uno de los conjuntos de ideas más estimulantes intelectualmente que he encontrado en mucho tiempo…” (p.9), a propósito de la visita que a comienzos de los noventa efectuó al recién creado Instituto de Santa Fé. Al respecto Lewin dijo:
“..el instituto ha atraído a un núcleo de físicos, matemáticos y expertos informáticos. El ordenador es el microscopio por medio del cual escrutan el mundo, real y abstracto. No hay rincón del mundo natural que escape a su mirada; la química, la física, la biología, la psicología, la economía, la lingüística, la sociedad humana, todo está incluido en una órbita intelectual común (…) El fenómeno que puede conectar estos mundos dispares, (…) se llama complejidad.(…) Para algunas personas, el estudio de la complejidad representa nada menos que una revolución científica fundamental” (p.22)
Roger Lewin es un premiado bioquímico inglés dedicado a la divulgación científica. Su libro sobre la complejidad, originalmente editado en 1992, fue publicado en la excelente colección “Metatemas. Libros para pensar la ciencia”, dirigida por Jorge Wasgensberg de quien ya hicimos referencia al inicio de este artículo.
Wasgensberg había publicado en 1985 el libro “Ideas sobre la complejidad del mundo” (1995), en el cual comenzaba diciendo: “Este ensayo parte del conocimiento científico y, en particular, de un concepto que la ciencia moderna intenta aprehender sin haber conseguido todavía definir satisfactoriamente.
Es la complejidad. Las preocupaciones fundamentales son dos: el cambio y la relación entre los todos y sus partes” (P. 9). Y respecto al cambio, elaboró un capítulo, el 2°, donde el tema sería “La esencia del cambio. (Adaptación y autoorganización: un nuevo concepto de historia para la complejidad)” (PP. 21-49), en el cual aparecen las ideas de la adaptación, la autoorganización, el entorno y la interacción con el sistema. Todo ello se planteaba hace más de tres décadas.
Dicho lo anterior, es necesario resaltar que las anteriores formulaciones provienen fundamentalmente de investigadores y académicos ubicados en las denominadas “ciencias duras” o “ciencias naturales”, para diferenciarlas de las llamadas “ciencias sociales” como la economía, la sociología o la politología. Ambos espacios poseen formas de aproximación distintas a los asuntos del desarrollo.
Informar acerca de tal diferenciación de campos del conocimiento no es ocioso a los efectos de este artículo pues, como se tratará de explicar, tiene que ver con el hecho de que el “Otro guión” aludido en el título del capítulo no ha tenido entrada en el tipo de conocimiento que dio vida a las explicaciones tradicionales sobre el desarrollo.
Se trata de una diferenciación de campos no resuelta hasta este momento- ni se sabe si es resoluble-. Por ello, esta larga introducción es necesaria para justificar porque hablamos de “Otro guión” en las explicaciones sobre el desarrollo y su vigencia es lo que trataremos de justificar en las próximas páginas.
IV.1. LA DIFERENCIACIÓN SISTEMA/ENTORNO Y LA COMPLEJIDAD DE LOS SISTEMAS SOCIALES
Las primeras aplicaciones al estudio de la diferenciación entre el sistema y el entorno en los seres vivos se encuentran en los trabajos de Humberto Maturana y Francisco Varela escritos en 1970-1971 y publicados bajo el título “Autopoiésis: la organización de lo vivo” en 1973 (Maturana y Varela, 1996: p.8).
La intuición de Maturana sobre la imperiosa necesidad de cambiar el enfoque para estudiar el funcionamiento de los seres vivos ya venía desde los años 60. Ella se potenció a partir del trabajo conjunto con Varela a partir de 1970. Justo es decir que los antecedentes de esta nueva visión se encontraban en los estudios pioneros de Norbert Wiener y Ludwig von Bertalanffy (17).
La idea de la Autopoiésis se convirtió en concepto central en el estudio de los sistemas vivos y se encuentra bien elaborado en el texto “El Árbol del conocimiento” antes referido, que vio luz por primera vez en 1990. “Lo que caracteriza al ser vivo es su organización autopoiética” (1996; p.40) y, en ese sentido, es lo que le confiere su autonomía al ser vivo respecto del medio que le circunda. Es decir, “el mecanismo que hace de los seres vivos sistemas autónomos, es la autopoiésis que los caracteriza como tales” (Ibid; p. 41).
“¿Qué pasa cuando este organismo entra, a su vez, en acoplamiento estructural con otros organismos?” (ibídem; 154). Se produce un fenómeno de tercer orden, con interacciones recurrentes. Allí se inscriben las sociedades humanas.
Estas resultan ser metasistemas con componentes de máxima autonomía, es decir, con componentes de muchas dimensiones de existencia independiente, lo que las diferencia de otro tipo de sociedades de organismos vivos como, por ejemplo, los insectos. Y el punto clave en esta definición se explica de la siguiente manera:
“En los sistemas humanos la cosa es diferente. Estos, como comunidades humanas, también tienen clausura operacional que se da en el acoplamiento estructural de sus componentes. Sin embargo, los sistemas sociales humanos también existen como unidades para sus componentes en el dominio del lenguaje.
La identidad de los sistemas humanos depende, por tanto, de la conservación de la adaptación de los seres humanos no sólo como organismos, en un sentido general, sino también como componentes de los dominios lingüísticos que constituyen” (P. 172-173. Cursivas nuestras).
Esta idea, totalmente revolucionaria para la comprensión de las sociedades humanas, es la que incorpora Niklas Luhmann para elaborar su concepto de sociedad.
Al asumir que el concepto de autopoiésis de Maturana y Varela es aplicable a la conciencia y a la sociedad, Luhmann critica que las teorías sociales tradicionales se encuentran con tres obstáculos fundamentales: a) Se basan en un prejuicio humanista; b) la pluralidad territorial de sociedades (conocidas en naciones: China, Brasil, etc), han sido asumidas como base de explicación de La sociedad. A partir de allí, el desarrollo conceptual ha resultado baldío; c) La teoría convencional sobre el conocimiento asume la diferencia entre sujeto y objeto (1998; p. 52-53).
Para superar estos obstáculos, propone el estudio de la sociedad en función del concepto de sistema y, para ello, es indispensable asumir una particular distinción: la que existe entre el sistema y su entorno. Se trata de un nuevo paradigma sobre el que se debe llamar la atención y que representa un “descubrimiento crucial, porque existe una tendencia rechazable pero muy extendida a olvidarlo” (Op.cit. P. 71).
En función de esta nueva visión, el autor propone desarrollar una teoría de la diferenciación sistémica que pueda ser aplicada a la sociedad, la cual es útil para resolver los problemas temporales de los sistemas complejos situados en entornos complejos. De esta manera, la diferenciación de sistema (social) deberá entenderse como “una reproducción, dentro de un sistema de la diferencia entre un sistema y un entorno” (Ibid. P. 73).
En términos del binomio inclusión/exclusión al sistema social, Luhmann (Ibidem. 167-196) ofrece una clasificación de las sociedades humanas según su grado de diferenciación sistémica. Las sociedades segmentadas estuvieron compuestas por unidades de escala concreta y unidades vitales menores que las comunidades de la familia y de residencia.
La agregación a tribus o clanes se regulaba desde esas unidades menores bajo reglas muy firmes. Las sociedades estratificadas, típicas de la Edad Media, sólo se podía pertenecer a un subsistema de la sociedad y no a varios. Cada estrato era, pues, la diferenciación en el sistema social y definían la relación sistema/entorno con reglas fijas.
Por el contrario, la sociedad moderna es una sociedad funcionalmente diferenciada, en la cual la situación de inclusión/exclusión es mucho más compleja y de difícil regulación, lo que supone consecuencias dramáticas para sus integrantes, pues la incertidumbre en el comportamiento de los subsistemas se incrementa sustantivamente.
Luhmann no pudo vivir la creciente complejidad de la relación sistema/entorno que se viene experimentando con la construcción de múltiples redes planetarias que superan con creces los rígidos límites geográficos de las sociedades humanas territorializadas a las que el criticaba.
Murió en 1998 cuando apenas se asomaban esas redes. Pero tenía razón al predecir la creciente complejidad de la sociedad moderna en función de la extrema diferenciación sistémica.
Cuando Jorge Wagensberg (1998), referido al inicio de este artículo, presenta la idea de progreso, lo hace bajo la visión de la interacción sistema/entorno y la necesaria independencia que debe comportar el sistema de ese entorno para garantizar su sobrevivencia.
Formulado el concepto de progreso desde la física, y aunque no lo utilice, el autor coincide en la esencia del concepto de Maturana y Varela, y termina, a pesar de que pudiera pensarse lo contrario, adentrándose en el terreno de los sistemas humanos toda vez que muchos problemas de nuestra cotidianidad se resuelven a partir de esa visión-dice Wagensberg-, la de la interacción sistema/entorno y el intercambio de información de los seres humanos, individual o grupalmente vistos, con el entorno.
Y en esa perspectiva, la variable Independencia (I) es la clave: la condición que resguarda al ser vivo de su extinción. Siendo que los seres humanos son materia y que forman parte de la evolución de la materia, el autor ofrece una breve historia de la materia, clasificada cronológicamente por niveles, que nos interesa dar a conocer, toda vez que tiene que ver con el asunto de la relación sistema/entorno y la dinámica de los sistemas complejos (P. 50-51):
Nivel 1: Electrón;
Nivel 2: Átomo;
Nivel 3: Molécula. (materia inerte) (Entre 10.000-3.800 millones de años);
Nivel 4: Célula (La materia viva) (Entre 3.800-1.000 millones de años) (Intercambió con el entorno y adquirió independencia);
Nivel 5: Organismos (gusanos/cetáceo) (La materia inteligente) (Entre 1.000-100 millones de años) (Mayor independencia del entorno);
Nivel 6: Sociedad familiar de una sola madre (Nuevo nivel de inteligencia) (hormigas) (Gran salto en la independencia del entorno);
Nivel 7: Sociedad multifamiliar (Manada de Ñus) (Agregación de materia inteligente) (Entre 100 millones y 100.000 años);
Nivel 8: Sociedad de sociedades multifamiliares con soberanía sobre sí misma (El Estado; la Polis Griega). Es la Materia civilizada. Aparece apenas hace menos de 100.000 años. Una minúscula parte de la materia inteligente accede al conocimiento, capaz de volverse sobre su historia y preguntar por sí misma y por su sentido en el devenir del universo. (Cursivas nuestras)
No existe, hasta ahora, un nivel superior de la materia. La civilizada es la que hemos conocido desde hace unos 70.000 años, desde que, como advierte Harari (2017), se da la gran revolución de diferenciación con el resto de los animales: apareció el lenguaje.
En términos sistémicos, lo que nos informa el desarrollo de la materia viva antes comentado, es la permanente dinámica de la interacción entre sistemas vivos (inteligentes) y su entorno, con la capacidad de intercambiar energía, materia e información con ese entorno, adquirir independencia del mismo y, con ello, fraguarse la sobrevivencia. Es la eterna historia, en consecuencia, de la materia viva, hasta llegar a las sociedades humanas multifamiliares que son las de hoy.
A estas alturas del discurso, es necesario precisar conceptualmente los sistemas complejos. Utilizaremos la sistematización de Lewin en el texto antes mencionado (1998). Los sistemas complejos sólo pueden entenderse a través de procesamiento de información computarizada, pues al no ser lineales, su comportamiento final no es predecible a partir de los cálculos convencionales con fórmulas lineales.
Ellos pueden analizarse utilizando las siguientes postulados: a) el punto clave de un sistema complejo es que ellos emergen a partir de la dinámica de factores aparentemente sueltos; b) por ello, cristaliza un orden a partir de la interacción de redes complejas; c) los sistemas complejos poseen un poder de procesamiento de información en el límite del caos (es decir, en el límite máximo con su entorno) y d) son adaptativos cuando tienden hacia el procesamiento de información.
La “emergencia” de estados nuevos y no predecibles es la característica central de los sistemas complejos. Es una “Auto-organización” espontánea (orden gratis) de donde surge un estado que es “contingente” es decir, que era una de múltiples opciones (resaltado nuestro). Luego de que el sistema logra cruzar el máximo caos o límite del sistema con el entorno, el sistema complejo cambia de fase. Cambia de cualidad; es otro sistema, único e irrepetible. (resaltado nuestro)
Un elemento fundamental del sistema complejo es el “Atractor”. Se define como el estado en el cual el sistema complejo, sumido en cambios y aparente caos impredectible, termina estabilizándose. Los atractores resisten la perturbación del entorno, generan sus propias reglas de comportamiento y establecen una propiedad emergente que es sólo de ese sistema y sólo de él.
Por tan importante razón, no existe un programa que, de manera anticipada, guíe al sistema a través de transformaciones morfogenéticas (que sí serían predecibles por ser preestablecidas). Es decir, no existe la gran cadena del Ser que conduzca a un final preestablecido.
A partir de esta conceptualización, y en lo que atañe al comportamiento de las ciencias humanas y, de manera particular, a los asuntos del desarrollo, se afirma que:
- Un proceso histórico es único; no se compara con nada más
- Para que se produzca la innovación, se suceden múltiples variaciones del invento inicial, hasta el surgimiento de otra innovación
- Las sociedades humanas, desde esta perspectiva, han atravesado por varios estados complejos, cada uno surgido de condiciones del propio sistema: i) la estructuración de las Bandas (o sociedades móviles); ii) Las Tribus; iii) Las Jefaturas (reinos e imperios) y iv) los Estados (cambio de las monarquías a la Constitución), condición sistémica que domina la historia moderna pero que se encuentra sometida a alteraciones que no sabemos, ni podemos predecir, acerca de su cambio de fase y su conversión en otro tipo de sistema complejo.
- Así como el mundo vivo tiene su ADN, las sociedades humanas poseen su ADN cultural que surge de los cambios de los sistemas complejos: Mitos, tradiciones, costumbres e instituciones, son marcas sistémicas de los sistemas humanos.
- Así como surgen, los sistemas complejos colapsan. En consecuencia, las sociedades humanas colapsan. Es allí donde se da un cambio de fase y surge otro sistema, de naturaleza completamente nueva y diferente. Por ejemplo, informa Lewin, no olvidemos que la URSS colapsó.
Las breves explicaciones ofrecidas en este apartado, han tenido el propósito de advertirle al lector relacionado con los temas del desarrollo, que desde hace unas seis décadas ha ido construyéndose un camino distinto para explicar el comportamiento de las sociedades humanas (y de todos los fenómenos de la naturaleza), camino que no proviene de las fuentes de las conocidas ciencias sociales sobre las cuales se asentaron las teorías del desarrollo.
Es una construcción que, además, no se ha cruzado con las otras explicaciones, por lo menos no de manera visible. Las formulaciones derivadas de esta mirada es lo que hemos denominado Otro guión. Creemos que el mismo ofrece perspectivas de aplicación para la comprensión del comportamiento de las sociedades humanas, tanto en su origen como en la formulación de pautas de su comportamiento y desarrollo.
No resulta fácil el acercamiento entre las dos trayectorias por las razonadas resistencias de lado y lado, por lo que conocer algunas aplicaciones que ya se han utilizado para explicar fenómenos histórico-sociales desde la acera de los sistemas complejos, es conveniente.
IV.2. ALGUNAS APLICACIONES DE LOS SISTEMAS COMPLEJOS AL FUNCIONAMIENTO DE LAS SOCIEDADES HUMANAS
Sin duda que quien más avanzó en este camino fue Luhmann. En su ensayo sobre el Estado del Bienestar (1997), editado por primera vez en 1981 en Munich, el investigador ofrece una densa elaboración sobre el comportamiento de este fenómeno tan fundamental en las teorías del desarrollo, desde la mirada de los sistemas complejos.
Según el enfoque clásico, el Estado de Bienestar “se suele caracterizar generalmente como un Estado que dota de extensas prestaciones sociales a determinadas capas de la población, y que a estos efectos ha de hacer frente a nuevos costes a un ritmo cada vez más elevado” (Op. Cit., 47).
El autor predice el fracaso de esta empresa al intentar cumplir con los costos implícitos. Pero el problema no se explica en sus síntomas-como la falta de ahorro- sino que debe comprenderse en su profunda estructura social.
Para ello es necesario echar mano de la idea de inclusión es decir, la incorporación de la población global a las prestaciones de los distintos sistemas funcionales en los que se descompone la sociedad moderna.
Es decir, explica Luhmann, el Estado de Bienestar, ubicado en el campo del subsistema político de la sociedad moderna, es sólo uno de los subsistemas en los que ella se descompone (existen el cultural el científico-técnico, el educacional, etc) y no puede lograr la inclusión total de los demás subsistemas por la naturaleza del funcionamiento de los sistemas complejos: ellos son negligentes, se cierran al entorno para su sobrevivencia y solo incorporan aquello que intercambia con el entorno para su desempeño.
Sería muy extenso entrar a describir la fundamentación teórica que soporta esta afirmación pero, en todo caso, queremos destacar cómo el abordaje sistémico de un elemento básico del desarrollo contemporáneo como lo es el Estado de Bienestar, conlleva a conclusiones bastante diferentes a las que logramos a partir de las ciencias sociales tradicionales, en especial de la teoría política.
A partir de estas, el Estado de Bienestar es perfectible y se trata de introducir arreglos de políticas públicas que redistribuyan el poder de los actores para que el mismo cubra mejor las necesidades de la población. Es todo un tema para el debate.
En la educación (entre otras áreas), Humberto Maturana nos ha entregado grandes ideas para su transformación. En un tiempo tan temprano como 1990, este chileno creador de uno de los conceptos más revolucionarios de nuestros tiempos como es la autopoiésis, ya hablaba de otra universidad y de otra manera de ejercer el gobierno de una universidad.
Aplicando las ideas sobre las instituciones como “red de conversaciones” (que supera el concepto de burocracia), apuntaban hacia una universidad como un ámbito de convivencia, de acción y de reflexión en el cual su tarea central es ampliar el vínculo de los que allí están, sobre todo de los estudiantes, con la comunidad que le circunda, a riesgo de cerrarse en sí misma y desaparecer.
Es decir, se trata de poner en práctica el funcionamiento autopoiético de una institución medieval como la universidad para transformarla en una adaptada a las circunstancias (Maturana, 1995).
En el campo de la economía, específicamente en el de las finanzas, Guillermo Márquez, investigador de la UCV, nos refiere en uno de sus artículos (2017, blog) los aportes de Benoit Mandelbrot, renombrado matemático polaco del siglo XX y parte del XXI, creador de la teoría sobre los fractales a partir del uso temprano (años 60) del computador.
Mandelbrot, a partir de los fractales, estableció las bases del comportamiento de las finanzas a contracorriente de las explicaciones clásicas con lo cual fue capaz de visualizar la crisis que se venía hacia el 2008. También introdujo nuevas perspectivas en el comportamiento de los mercados a partir de los fractales, concluyendo sobre el riesgo, la turbulencia, la incertidumbre y la inevitabilidad de las burbujas.
Nos encontramos un trabajo encuadrado en la herencia de Luhmann que lleva adelante el investigador chileno Aldo Mascareño. En su artículo sobre el uso de la coordinación social en las políticas públicas para el caso chileno (Revista Cepal 101, 2010), argumenta como la coordinación social es hoy día indispensable para abordar las negociaciones de las políticas públicas, en las cuales cada actor participa con su autonomía y está limitado para aceptar el discurso o argumento de los otros, lo que supone una acción verticalista.
Si lo vemos en términos de Luhmann, cada actor es un sistema negligente cuya autorreferencia debe ser alterada a partir de nuevas formas de interacción social. Alude a los sistemas de policiy network como medio de deliberación y reflexión que facilita la articulación de los actores.
Tales mecanismos entran en conflicto con las tendencias Estado-céntricas, aún dominantes en Latinoamérica- y Chile no se exceptúa-, que inhiben la posibilidad de encontrar nuevas y diferentes opciones para la solución de los problemas de nuestras sociedades.
Son múltiples las áreas del funcionamiento de la sociedad en las cuales se aplican desde hace varias décadas formulaciones provenientes de la teoría de los sistemas complejos. Sin embargo, no existe un campo que pueda compararse con las Ciencias Sociales acumuladas desde la Ilustración.
Son muchos siglos de producción y, sobre todo, de aplicación de las ideas forjadas bajo el racionalismo, alrededor de las cuales se originaron, desarrollaron y aún dominan, fuertes comunidades epistémicas desde donde se continúa explicando la dinámica social.
Por ello, a pesar del entusiasmo que expresaba Lewin que lo llevaba a apreciar a la ciencia de la complejidad como las ideas más estimulantes que había conocido, todavía se trata de un campo disperso, aunque poderoso, y refractario, aunque en expansión.
Este científico narraba en su libro ya referido (Complejidad, 1995) un encuentro con Heinz Pagels, físico prematuramente fallecido en 1988, quien había escrito en un revelador texto, The Dreams of Reason, lo siguiente: “La ciencia ha explorado el microcosmos y el macrocosmos (…) La gran frontera inexplorada es la complejidad. (…)
Estoy convencido de que los países y las personas que dominen la nueva ciencia de la complejidad se convertirán en superpotencias económicas, culturales y políticas en el próximo siglo” (p. 22-23). Decía Lewin entonces que se trataba de una afirmación muy rotunda tratándose de una ciencia que para aquél momento contaba con unas pocas docenas de investigadores activos sobre un tema de cual casi nadie había escuchado hablar.
Puede que la influencia de este campo no se haya extendido lo suficiente; sin embargo se registran iniciativas en esa dirección. Una de ellas, encuadrada en la exploración de nuevas teorías para la comprensión del desarrollo en Asia, es la Asociación ELLTA, Exploring Leadership and Learning Theories in Asia, organización creada en 2009 para promover la comprensión sobre este continente y sus perspectivas (www.facebook.com/ELLTA.Association/).
En asociación con el Asian Institute of Technology, realizaron en julio de este año en Bangkok la cuarta conferencia ELLTA bajo el título de Perspectives on Leadership, Learning and Social Enterprise in Asia. Se trata de una experiencia global colaborativa en materia de intercambio de conocimientos, para comprender las teorías que buscan explicar el comportamiento y los procesos de desarrollo en esa región (www.ait.ac.th/news-and-events/2017/events/elta-conference)
Por su parte, desde su posición como sede mundial de las ciencias de la complejidad, el Instituto de Santa Fe se está ocupando de temas tan diversos como la desigual distribución de la riqueza en viejos y nuevos mundos, cómo las instituciones sociales cambian nuestras formas de vida, cómo se expande el conflicto a través de la sociedad, el cambio climático o las crisis financieras, todos abordados desde enfoques no convencionales, transdisciplinarios y trabajados con procesamiento de datos masivos que pretenden comprender las transformaciones del sistema complejo de que se trate.
Todos son temas que pertenecen al desarrollo de las sociedades humanas. Por ello, puede concluirse que “Otro guión” está en construcción, que puede pasar mucho tiempo para que acompañe a las ciencias sociales tradicionales en este camino pero que, por sus novedosos aportes y por los acuciantes problemas de la humanidad, pareciera que el tiempo será mucho menos que los siglos que han transcurrido desde la Ilustración.
BREVE CIERRE DE CAPÍTULO
Cerramos este capítulo con un comentario sobre la física cuántica y el desarrollo. Suena improcedente, tratándose de disciplinas que se ocupan de campos totalmente separados. Sin embargo, al conocer las ideas de Vlatko Vedral (2011) (18) , joven científico serbio de la Universidad de Oxford, esa impresión pudiera cambiar. o, en todo caso, pueda que nos prometa algo novedoso.
Su hipótesis central es que las Unidades de Información Cuánticas (UIC) son las que crean la realidad y no las unidades de materia ni de energía. Esto es: para que algo exista no basta con que exista como materia o energía; no basta la existencia del átomo.
Se requiere que ese átomo interactúe con el mundo que le rodea para que cobre vida. Es a través de las (UIC) que las personas (y todas las cosas vivas) se desenvuelven: se mueven, logran cosas. Para conocer con detalle el comportamiento de las UIC, que son atómicas, se necesitan tecnologías que todavía no existen.
Aquéllas computadoras que permitirán conocer como ese intercambio de información va moldeando el comportamiento de los seres vivos, especialmente de los humanos. Es probable que en unos 20 años podamos tener un computador cuántico.
Vedral está tras la pista por demostrar que “La información cuántica quizás sea el hilo conductor del que derivan todas las reglas del universo” (Ob. Cit). ¿Fantasía?, puede ser. También eran las ideas de Copérnico y hoy la sociedad humana está llegando a Júpiter.
¿Tienen que ver estas ideas con los sistemas complejos? Mucho. Se trata de la impredectibilidad del comportamiento de la vida, de estar hoy seguros, como dice Vedral, de que siempre tiene un final abierto, no preestablecido, y esa es la mejor de las noticias.
¿Tienen que ver estas ideas con las (posibles nuevas) teorías del desarrollo? Bastante. En la medida en que se encuentren nuevos códigos de comportamiento de los seres vivos como, por ejemplo, el intercambio a través de las UIC, podremos comprender como funcionan los patrones de los sistemas complejos que generan la desigualdad.
Ello impacta el diseño y ejecución de políticas públicas para el desarrollo pero, por supuesto, en entornos complejos, globalmente integrados, más allá de las concepciones estado-céntricas y verticalistas que dieron vida a las viejas teorías del desarrollo y que hoy lucen limitadas y obsoletas.
COMENTARIOS FINALES DEL DOCUMENTO
Las sociedades humanas entraron en una era de cambios profundos a partir de lo que Harari (2017) ha catalogado la Revolución Científica. Es decir, desde el momento en el cual los grupos humanos progresivamente se constituyeron en naciones y luego en estados nacionales, la producción, difusión y aplicación del conocimiento se elevó a niveles tales que transfiguró la fisonomía de planeta hasta convertirlo en una inmensa red de intercambios de información, financieros y de bienes y servicios.
Este profundo cambio en el estilo de vida de los seres humanos puso en evidencia, por un lado, la gran capacidad de producir y crecer para proveerse de bienestar y, por el otro, las grandes diferencias entre el ritmo de esas capacidades entre zonas de planeta, con lo cual surgieron las visiones acerca de qué hacer para disminuir esa brecha.
La situación creó diferencias sobre el porqué del fenómeno y el abordaje para solucionarlo. Era un fenómeno nuevo, desconocido en cuanto a su estudio, pero persistente y presente en la línea evolutiva del homo sapiens, al menos desde la Revolución Cognitiva hace 70.000 años. Por primera vez se constataban las diferencias y se asumían como un problema. Era una observación propia de la modernidad.
En esa efervescencia surgieron las teorías del desarrollo, bien entrado el siglo XX, precisamente cuando las sociedades humanas acusaban su mayor crecimiento y producción de riquezas de toda su historia. Y en el momento en que las diferencias, rezagos y brechas se hacían más evidentes.
O, a lo mejor, cuando ya se habían construido las visiones sobre el tema, pues diferencias siempre había habido, como las pronunciadas desigualdades en los grandes imperios de la humanidad desde hacía unos cinco mil años.
En todo caso, fue allí, en el siglo XX, que se congregaron las visiones llamadas teorías del desarrollo a partir de las cuales se ha producido una rica reflexión y un no menos intenso debate sobre el destino de la humanidad y, sobre todo, de cómo disminuir y hasta eliminar las diferencias entre naciones y grupos sociales para disfrutar del bienestar acumulado en la era de la Revolución Industrial y del Estado Benefactor.
No hay fórmulas que hayan resuelto el problema central que dio vida a las teorías del desarrollo. Hoy tenemos intentos desde las instituciones planetarias, como Naciones Unidas, para homologar el esfuerzo de gobiernos, sociedad civil y empresa privada que permita contribuir con la disminución de las brechas.
De las diferencias. De la pobreza, para ser más preciso en la búsqueda de hoy. De este tema también se están ocupando los investigadores que se ubican en el campo de los sistemas complejos, sin pertenecer a la tradición de las ciencias sociales.
Las teorías del desarrollo ya no son un grupo más o menos homogéneo de ideas citadas alrededor del crecimiento económico, aunque estuvieran en el bando capitalista o en el socialista de los bloques de postguerra. Hoy son más parecidas a un delta, cuyas corrientes pueden o no mezclarse en su desembocadura.
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Citas
(1) Si bien los humanos han buscado comprender el universo al menos desde la revolución cognitiva (70.000 años), la revolución científica iniciada hace unos 500 años es, sobre todo, una revolución de la ignorancia basada en: a) la disposición admitir la ignorancia, b) la centralidad en la observación y las matemáticas y c) la adquisición de nuevos poderes. Los humanos descubrieron, sobre todo, que no sabían las respuestas a los fenómenos que le rodeaban. Por ejemplo, fue apenas en 1674 que el ojo humano vio por vez primera un microorganismo cuando Leeuwenhoek lo observó a través de su microscopio casero. Para detalles sobre el tema ver Harari (2017), pp. 187-208.
(2) Comprender el significado de la Revolución Industrial (RI) en la producción de la base material sobre la que hoy sustentamos nuestras vidas, es central en la construcción del hilo de las ideas que llevó hasta el momento de las Teorías del Desarrollo en la postguerra del siglo XX. La RI ha atravesado por cuatro fases: a) 1750-1830: Industria textil, hierro y carbón; b) 1850-1900: Ferrocarril, acero, barcos a vapor, tecnología agrícola; c) 1900- II Guerra: automotriz, eléctrica, telefónica, petróleo; d) II Guerra- actual: Aviación, aluminio, electrónica, energía nuclear, computadoras, automatización. Para detalles del tema: Lenski et. al. (1997). Para el momento de la edición antes citada, no habían explotado las redes cibernéticas en toda la magnitud que hoy conocemos. Esta es, sin duda, una quinta fase de la RI, la cual ha interconectado al planeta, hasta su último rincón. Inclusive, pudiera hablarse de otra Revolución, la Tecnológica, basada en la nanotecnología y la bioquímica. Para profundizar el tema, es importante el trabajo de Carlota Pérez (2012).
(3) Creado en 1961 en Belgrado, como un intento de marcar autonomía de los bloques ideológicos en pugna. El anfitrión fue el Mariscal Tito, entonces líder de Yugoeslavia.
(4) La Comisión Económica para América Latina, CEPAL, se creó en 1948, como una comisión asesora para los asuntos de Latinoamérica.
(5) Término acuñado por el demógrafo francés Alfred Sauvy en 1952.
(6) Obra publicada en 1780. Recoge los escritos de Hamilton, Madison y Jay sobre la Convención de Filadelfia y la creación de los EEUU. Es un texto fundamental para entender la particularidad de la primera república del planeta, a la vez que el primer ensayo de federalismo. Utilizamos la edición de 2001.
(7) Publicado por primera vez en 1958
(8) Primera publicación en 1994
(9) Publicado por primera vez en 1949
(10) Editado por primera vez en 1966 en la revista socialista Montlhy Review Press. NY.
(11) Primera publicación en 1970
(12) Heinz Sonntag (1940-2015) fue un reconocido investigador sobre el tema de las Teorías del Desarrollo. Mantuvo la titularidad del Seminario “Teorías del Desarrollo” en la maestría y el doctorado del Cendes por más de dos décadas. En este documento, que se origina precisamente en el marco de ese seminario, deseamos rendirle un sentido homenaje a nuestro querido amigo.
(13) El grupo de trabajo estaba conformado por Mahbub Ul-Haq, Meghnad Desai, Gustav Ranis, Keith Griffin, Paul Streeten y Amartya Sen. Ver: Gutiérrez 2007.
(14) Los Objetivos para el Desarrollo Sustentable (ODS) fueron aprobados por las Naciones Unidas en su 70° sesión realizada en New York entre el 25 al 27 de septiembre de 2017. Son diecisiete objetivos y ciento sesenta y nueve metas. Su conjunto es lo que se ha difundido como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sustentable (Ver: United Nations 2015)
(15) Los Objetivos del Milenio fueron aprobados en septiembre de 2000 en la Asamblea anual de las Naciones Unidas. Se trató de ocho objetivos y treinta y dos metas formuladas para cumplirse en los siguientes quince años. La Resolución que los contuvo se denominó la Declaración del Milenio (Naciones Unidas 2000, A/RES/55/2)
(16) Pensador y ensayista mexicano de difícil clasificación en alguna especialidad, publicó en 1979 un texto llamado “El progreso improductivo” (1979, siglo XXI); casi cincuenta años después se conoció su obra “Cronología del progreso” (Debates, 2016) la cual ha sido catalogado por Enrique Krauze (El País, 8/5/2017) como “un libro como ningún otro…libro de mil y una perplejidades (…) (que) refuta lugares comunes, por ejemplo, la creencia de la marcha gradual pero irrevocable de la historia”.
(17) Los científicos que primero trabajaron los Sistemas y advirtieron que se trataba de un enfoque nuevo fueron Norbert Wiener y Ludwig von Bertalanffy. Wiener publicó su famosa obra Cybernetics en 1948 en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. En la introducción de esa obra, escrita en 1947, anunciaba la aparición de una nueva manera de abordar fenómenos que no respondían a los enfoques lineales y que se comportaban como cajas negras dentro de las cuales habían comportamientos que no se podían predecir con los instrumentos matemáticos convencionales. En el libro ya se asoman aplicaciones a los sistemas vivos, especialmente al sistema nervioso, así como a las sociedades humanas. En el prólogo a la segunda edición, escrito en 1961, Wiener afirmaba con rigor que “Del mismo modo que el sistema copernicano surgió de los restos del abrumado sistema ptolomeico (…), el estudio de las estructuras y sistemas no lineales(…), ya fueran naturales o artificiales, exigía un punto de partida nuevo e independiente (…) Resulta que la importancia de los fenómenos lineales desaparece cuando se trata de fenómenos no lineales” (Los comentarios se toman de la 2ª edición en español de Metatemas del año 1998. El entrecomillado se ubica en las páginas 10-11). Bertalanffy, en la introducción del conocido y utilizado libro “Teoría general de los sistemas” (consultada la edición 1976), explica como los cambios en el funcionamiento cotidiano de las cosas habían aparecido complejidades que necesitaban otras explicaciones. Eran complejidades que exigían una total reorientación del pensamiento científico. Que tanto en los fenómenos psicológicos como en los fenómenos sociales, las explicaciones convencionales ya resultaban insuficientes y que, en consecuencia, había que abordarlas bajo un enfoque de lo que, masivamente, ya se conocía como “sistema”. Lo que vemos son sistemas por doquier, afirmaba Bertalanffy. En el prefacio de la obra original editada en 1968 en NY, afirma que la teoría de los sistemas trasciende los problemas y requerimientos tecnológicos, pues se trata de una reorientación necesaria en la ciencia en general, tanto en la física y la biología como en las ciencias sociales y hasta la filosofía. Por ello, explica que su intuición tenía al menos treinta años, y habían venido apareciendo en escritos publicados en los años 40, 50 y 60.
(18) Vlatko Vedral nació en Serbia en 1971 y ahora es también ciudadano británico. Profesor de Teoría de la información cuántica en la Universidad de Oxford, en el Centre for Quantum Technologies y en la Universidad Nacional de Singapore.